Cuando nació el Estado de Israel en 1948, ya funcionaba todo un sistema educativo desarrollado y mantenido por la comunidad judía en el período preestatal, cuyo idioma de enseñanza era el hebreo, revivido para el uso cotidiano a fines del siglo XIX.
Apenas fundado el Estado, el sistema de educación tuvo que enfrentarse al enorme desafío de educar a un gran número de niños inmigrados de más de 70 países - algunos con sus familias, otros sin ellas - cumpliendo así la razón de ser de Israel como patria histórica del pueblo judío. La inmigración de masas de la década del 50, principalmente de la Europa de la posguerra y de los países árabes, fue seguida en los años 60 por un gran influjo de judíos de Noráfrica.
En los años 70, llegó la primera ola significativa de inmigrantes judíos de la Unión Soviética, seguida intermitentemente por grupos más pequeños. Después, desde comienzos de los años 90, más de un millón de judíos de la ex Unión Soviética establecieron su hogar en Israel, y aún hoy siguen llegando cada año muchos miles más. Por otra parte, la comunidad judía de Etiopía fue traída en su casi totalidad a Israel en dos movimientos masivos, en 1984 y 1991. Con el correr de los años, también se han establecido en Israel muchos judíos de las Américas y de otros países de Occidente.
Además de atender a la apremiante necesidad de un mayor número de aulas y de maestros, fue preciso desarrollar instrumentos y métodos especiales para ayudar a integrar en la población escolar a jóvenes de muy diferentes trasfondos culturales. Los programas delineados específicamente para dar respuesta a las necesidades de los recién llegados incluían la preparación de una ayuda curricular apropiada y clases por períodos breves para impartir a los alumnos inmigrados las materias que no se estudiaban en sus países de origen, como el idioma hebreo y la historia del pueblo judío. Se realizaron cursos especiales a fin de capacitar a los maestros para tratar con los jóvenes inmigrados, y a la vez se llevaron a cabo cursos de reciclaje para maestros inmigrados a fin de facilitar su reincorporación al sistema de enseñanza.
Al propio tiempo, el Ministerio de Educación desarrolla un proceso continuo de adaptación de las normas educativas a las modernas prácticas pedagógicas, en aspectos tales como inculcar la igualdad entre los sexos, elevar la condición del maestro, ampliar los estudios de humanidades y fomentar el estudio de materias científicas y tecnológicas. Un aspecto clave de esta política es otorgar igualdad de oportunidades a todos los niños y aumentar el número de alumnos que aprueban los exámenes finales del bachillerato.