Principal arma de Israel para hacer frente a la recesión fue una agresiva política monetaria, la cual, bajo la dirección de Stanley Fischer, Gobernador del Banco de Israel, tuvo tasas de interés a mínimos sin precedentes. La sabiduría de Fischer de ser uno de los primeros banqueros centrales para reducir las tasas de interés - y, más tarde, siendo uno de los primeros en criarlos ya que la crisis se desvaneció - jugó un papel crítico en permitir a Israel mantener las tasas estables del PIB incluso cuando las exportaciones cayó. De hecho, Israel fue una de las pocas economías occidentales que muestran un crecimiento positivo para 2009.
La agresiva política monetaria permitió al gobierno mantenerse al margen de gasto deficitario pesado. La medida del gasto de emergencia de Israel fue bajo en relación con otros gobiernos, por lo que no se enfrenta a las presiones de la deuda de montaje en Europa y en otros lugares.
La política monetaria del Banco de Israel también llevó a la apreciación del shekel israelí, poniendo presión sobre los exportadores. El banco logró algo en el control de la subida del shekel por medio de compra de grandes cantidades de moneda extranjera, especialmente dólares estadounidenses.
Control de la inflación
Desde sus comienzos hasta el año 2000, la economía sufrió por el alza de los precios, pero gracias a un mecanismo de reajuste periódico de sueldos, los asalariados pudieron superar sus efectos. Al mismo tiempo, todos los compromisos financieros, alquileres, cuentas de ahorro, pólizas de seguro de vida, impuestos, etc. se reajustaban automáticamente en relación con algún índice considerado estable (tipo de cambio del dólar, índice de precios al consumidor u otros), para mitigar el impacto de la inflación. Por lo tanto, aunque la tasa anual de inflación fuera de un dígito (mediados de los 50 hasta fines de la década del 60), de dos dígitos (década del 70) o tres dígitos (primera mitad de la década del 80), los israelíes lograron mejorar su nivel de vida. Sin embargo, la economía en general sufría de la inflación (por ejemplo, por una baja disposición a invertir), cuyos efectos se agravaban en parte con el sistema de los reajustes, hasta que a mediados de los años ochenta la situación llegó a una seria crisis.
En el verano de 1985, con una inflación del 445% en el año anterior, que amenazaba con subir en ese año a cuatro dígitos, el gobierno introdujo un programa de emergencia para estabilizar la economía. La tasa de inflación anual descendió al 185% en 1985 y al 21% en 1989. Desde entonces ha seguido en descenso, hasta llegar al 7% en 1997 y por primera vez en la historia, a cero en el año 2000. También por primera vez en la historia, en 2003 hubo una caída real de los precios, con una inflación negativa del -1,9%. Durante la recesión, la tasa de inflación se le permitió aumentar a medida que el Banco de Israel redujo las tasas de interés para estimular la economía, pero el banco central ha mostrado su voluntad de reanudar la lucha contra la inflación a medida que cambia la situación económica mundial, por ser el primero en el Oeste a elevar las tasas de interés.