The New York Times
15 de enero, 2013
Cuando Mohamed Morsi se convirtió, en junio, en Presidente de Egipto surgió, desconocido y sin experiencia, desde la Hermandad Musulmana, para convertirse en líder del país árabe más importante. Dio pasos en falso y tomó algunas decisiones verdaderamente alarmantes pero, pese a todo, existía una razón de esperanza que se adaptaría al cargo y se convertiría en el tipo de líder que podría beneficiar a Egipto y a la región.
Sus agraviantes comentarios, de hace unos tres años atrás, sobre los sionistas y judíos, que acaban de salir a la luz, generaron serias dudas acerca de si puede llegar a ser la fuerza de la moderación y estabilidad que se necesita. Como informara David Kirkpatrick en The Times, se lo ve a Morsi en un video del 2010, pronunciando un discurso en el que insta a los egipcios a “criar a nuestros hijos y nietos en el odio” hacia los judíos y sionistas.
En una entrevista televisiva unos meses después, describió a los sionistas como “esos parásitos que atacan a los palestinos, esos belicistas, los descendientes de los simios y los cerdos”.
Esa clase de puro fanatismo resulta inaceptable, siempre, en cualquier lado. Pero resulta más ofensiva aún en un discurso público, proveniente de alguien que se convirtió en el presidente de un importante país. Los comentarios de Morsi merecen ser condenados rotundamente, como lo hiciera la Administración Obama, el martes pasado. Jay Carney, vocero del presidente, dijo: “Rechazamos, por completo, estas declaraciones”.
Sin embargo, el problema es más profundo que simplemente Morsi. Las declaraciones fueron realizadas en un momento en que, el sentimiento anti – Israel, se volvió más intenso en Egipto y la región, luego del conflicto de Gaza, de tres semanas de duración, entre Israel y Hamas, en 2009. La triste verdad es que, la difamación de los judíos, es una característica demasiado común y corriente en el discurso egipcio, y árabe; los israelíes no son inmunes a responder de la misma manera.
Enseñar a los niños a odiar y deshumanizar a los propios adversarios es la clase de mentalidad perversa que aviva el conflicto que aflige a la región.
¿Acaso Morsi cree en lo que dijo en el 2010? ¿Acaso convertirse en presidente lo hizo pensar diferente respecto a la necesidad de respetar y trabajar con todas las personas? Hasta ahora, no hubo ninguna reacción oficial.
La Casa Blanca pidió a Morsi que aclarara que respeta a los miembros de todas las religiones y dijo que, las declaraciones del video, se oponían por completo al objetivo de la paz. El Presidente Obama debería hacer llegar ese mensaje directamente al Presidente Morsi.