El Presidente saliente de Israel y el Presidente electo hacen un llamamiento a judíos y árabes para detener la violencia y la incitación, y a creer en su capacidad para vivir juntos.
"Maldito el que dice: ¡venganza!" escribió el poeta Jaim Najman Bialik. Maldita sea la ruina, la destructora venganza, que es dolorosa por causa del dolor y por dañar a personas inocentes.
Una lucha nacional no justifica actos de terror. Actos de terrorismo no justifican la venganza. La venganza no justifica la destrucción, el saqueo y la desolación. Incluso frente a la rabia y ala frustración, la violencia y el dolor, las cosas pueden hacerse de otro modo. Las cosas deben hacerse de otro modo.
Al oír los gritos ahora silenciosos de Shelly, Naftali, Gil-Ad, Eyal y Mohammed, nuestros hijos, nadie debería permanecer en silencio aquí. Ellos gritaron, y nosotros clamaremos en su nombre.
En el Estado de Israel no hay diferencia entre sangre y sangre. El Estado democrático de Israel santifica el derecho moral a la vida y a la igualdad de derechos de cada persona a ser diferente. El asesinato de un chico o de una chica, judío o árabe, es un acto inaceptable.
Los rastros de los asesinos no se difuminarán, no habrá encubrimiento y las cosas no serán barridas bajo la alfombra. Los criminales que asesinan y que arrebatan la vida humana serán capturados y castigados con todo el rigor de la ley.
Tenemos la opción: ceder a la visión destructiva del mundo que los racistas y extremistas están poniendo en frente de nosotros, o luchar hasta su desaparición; ceder ante el salvaje y brutal terror musulmán o judío, o ponerle fin de todas las maneras posibles.
Estamos autorizados a discutir. Es más, tenemos que discutir. Nosotros, todos nosotros, tenemos todas las formas posibles de expresar nuestro dolor, nuestra opinión y nuestra visión del mundo. Sin embargo, la incitación no es el camino. La acusación colectiva no es una solución.
Es nuestro deber detener el camino de la incitación. Debemos entender que no tenemos más remedio que convivir. El derramamiento de sangre sólo se detendrá cuando todos nos demos cuenta de que no hemos sido condenados a vivir juntos, sino destinados a vivir juntos. Cualquier vacilación o concesión en esta cuestión dará lugar a un deterioro que podría ser desastroso no sólo para nuestras vidas en común, sino para nuestras vidas actuales.
La historia de nuestro pueblo nos ha enseñado que las palabras pueden matar. Ahora nos dirigimos a todos y cada uno de los ciudadanos de nuestro país: Respetad la ley y mirad lo que decís. En estos momentos no debemos dejarnos arrastrar a la incitación que nos llevará a una escalada de odio y rencor - ese no es nuestro camino.
Aspiramos a vivir en paz entre nosotros y a que nuestros vecinos puedan vivir en paz. Debemos ser una nación unida en su moderación y en su forma de ser.
Estos días, en el mes de Ramadán y ante las tres semanas del período de Bein Hametzarim, deben ser días de tolerancia y construcción, no días de destrucción. Hacemos un llamamiento a cada uno de vosotros, ya sea árabe o judío, a parar.
Este es el momento de elegir el camino común. Este es el momento de encontrar lo que nos une y no lo que nos divide. Es el momento de creer en nuestra capacidad de vivir aquí juntos, en esta tierra.
No tenemos otra opción, no tenemos otra tierra. Es hora de prevenir el próximo derramamiento de sangre.
Está en nuestras manos.