Este año, 2012, se celebra en todo el mundo el centenario del nacimiento de Raoul Wallenberg, el joven diplomático sueco que salvó a decenas de miles de judíos en Budapest del Holocausto en la etapa final de la Segunda Guerra Mundial.
Wallenberg, como su colega el diplomático español Ángel Sanz Briz que salvó la vida de muchísimos judíos en Budapest, fue reconocido como un Justo entre las Naciones por el Museo del Holocausto de Jerusalén.
Fue capturado en Budapest por el ejército soviético y llevado a la tristemente célebre cárcel de Ljubljanka en Moscú y se convirtió en una víctima de la dictadura de Stalin.
Después, nunca más se supo de él. Raoul Wallenberg luchó contra una dictadura de terror y fue asesinado por otra. Su actuación es un modelo para todos nosotros, sobre todo en unos momentos cuando es necesario que más gente se levante contra la persecución, la xenofobia y el antisemitismo.
Por todo ello, el Gobierno sueco ha decidido organizar, tanto en Suecia como en el extranjero , una serie de actividades durante el año 2012 en su homenaje.
En España , La Embajada de Suecia en Madrid, junto a las Embajadas de Israel y Hungría, organizarán una serie de actos y seminarios que empezarán el 20 de septiembre. Oportunamente se informará sobre ello en las páginas web de las respectivas embajadas.
Para obtener más información acerca de la conmemoración de Wallenberg por favor, visite el siguiente enlace: http://www.sweden.gov.se/sb/d/15163
En honor a un verdadero héroe, por Modi Ephraim, Embajador de Israel en Perú Al celebrar los 100 años del nacimiento de Raoul Wallenberg, es necesario recordar la historia de sus esfuerzos durante el Holocausto y enseñar a las siguientes generaciones que su heroísmo nunca será olvidado. Wallenberg pudo haber llevado una vida de lujo, pero su destino no fue ser un héroe, y su elección fue salvar la vida de miles de extraños.
En la primavera de 1944, el mundo occidental despertaba de los horrores del Holocausto al circular auténticos reportes de testigos de la exterminación en el campo de Auschwitz. El Representante del Consejo de Refugiados de Guerra organizó en Suecia un comité a cargo de Wallenberg, para salvar a los judíos de Hungría de los campos de exterminación, luego de la invasión de Hitler en marzo de 1944.
Antes, el joven diplomático de la delegación sueca Per Anger ya había empezado a distribuir pasaportes provisionales a los judíos con parientes o colegas de negocios en Suecia. También otorgó certificados especiales a los judíos que habían solicitado la ciudadanía sueca. Una de las primeras tareas de Wallenberg, fue designar un pase de protección sueco, cuya apariencia con estampillas, firmas y el escudo de armas de Suecia impondrían respeto.
Wallenberg negoció una cuota de 4,500 pases con las autoridades húngaras, pero en realidad se otorgaron tres veces más. Además abrió las “Casas Suecas” donde se refugiaron más de 15,000 judíos. Aunque tenía el rango de Primer Secretario en la delegación, Wallenberg no era un diplomático convencional. Las delegaciones de otros países neutrales siguieron su ejemplo, otorgando pases de protección y abriendo otro buen número de “casas nacionales”.
Aunque el final de la II Guerra Mundial estaba cerca, la exterminación de los judíos continuaba. El SS Adolf Eichmann, que estaba a cargo de la implementación de la “Solución Final” de los judíos europeos, instituyó las marchas de la muerte para deportar a los judíos de Hungría.
En noviembre de 1944, decenas de miles de hambrientos hombres, mujeres y niños judíos fueron forzados a marchar cientos de kilómetros en un crudo invierno, muriendo muchos a lo largo del camino. Raoul Wallenberg no permaneció pasivo ante este horrendo crimen y seguía las marchas en su auto, alcánzandoles comida, ropa, medicinas y pases especiales. Con amenazas y sobornos, rescató a aquellos judíos que poseían los pases suecos, llevándolos de vuelta a Budapest. (continuará…).
En enero de 1945, el SS Adolf Eichmann planeó masacrar a todos los judíos en el ghetto más grande de la historia. Wallenberg descubrió el plan y de inmediato tomó acción. Imposibilitado de detener la masacre por sí mismo, se dirigió al comandante en jefe de las tropas alemanas en Hungría, general August Schmidthuber y utilizando un confiable mensajero, Raúl Wallenberg envió una carta al general, amenazándolo con responsabilizarlo personalmente y que sería tratado como un criminal de guerra cuando la II Guerra Mundial terminara. La amenaza dio resultado, y la masacre fue cancelada en el último minuto.
Algunos días después, los rusos entraron en Hungría. Ciento veinte mil judíos húngaros escaparon de la “Solución Final”. No se sabe con exactitud cuántos sobrevivieron debido a los esfuerzos de Raoul Wallenberg, pero se le da el crédito de haber salvado decenas de miles de vidas judías como mínimo. Luego de la guerra, Wallenberg debió regresar a Suecia como héroe. Debió haber sido agasajado y honrado y vivir una larga vida de felicidad eterna, atesorada por aquellos que salvó, sus niños, sus nietos y tataranietos. Lamentablemente, no fue así. El 17 de enero de 1945, Wallenberg fue escoltado por tropas soviéticas a sus cuarteles militares al este de Budapest. En su camino, le dijo a uno de sus colegas que no estaba seguro si iba a ser el huésped de Rusia o su prisionero. Raoul Wallenberg se haya desaparecido desde aquel día, y su verdadero destino nunca fue revelado.
En los años 40, cuando Europa se veía envuelta en un velo de oscuridad con una orgía de asesinatos y exterminaciones; las hazañas de Wallenberg brillaban como un singular rayo de esperanza.
Esa es la razón por la que su legado vive en nuestras memorias, en libros y programas acerca de su vida, en las calles, en las escuelas nombradas en su honor y en las generaciones de judíos que hoy viven gracias a sus esfuerzos. Fue nombrado ciudadano americano honorario por los Estados Unidos gracias a una moción presentada por el congresista Tom Lantos, cuya vida fue salvada por Wallenberg. También se le nombró ciudadano honorario de Israel y de Canadá. Conmemorando los 100 años de Raoul Wallenberg, recordamos su legado a la humanidad, especialmente cuando el antisemitismo vuelve a levantarse. Raoul Wallenberg nunca debe ser olvidado.