La geógrafa israelí Tovi Fenster en Canarias

La geógrafa israelí Tovi Fenster en Canarias

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    ​La ciudad es un hecho geográfico, pero también cultural y social, en el que los sesgos de género afectan al uso que los ciudadanos pueden hacer de sus espacios. Para la investigadora israelí Tovi Fenster, es necesario comprender la multiplicidad de capas que existen en lo urbano, y aboga por pasar del “derecho generificado a la ciudad” a otro más radical: “el derecho a la ciudad generificada” (“gendered city”)

     
    Fenster ofreció este martes, en una conferencia celebrada en el edificio de Económicas y Empresariales de la Universidad de La Laguna titulada “The Gendered City and Public Space”, invitada por el grupo de investigación “Ciudad, Política y Sociedad” del Departamento de Geografía de la ULL. La ponente es profesora del Departamento de Geografía y Medio Humano de la Universidad de Tel Aviv, y posee una amplia trayectoria investigadora en materia de derechos humanos, género y etnicidad para la planificación y el desarrollo.
    Fenster no solo impartió esta conferencia, sino que además celebrará dos seminarios especializados a lo largo de esta semana en los que profundizará en la materias que apuntó en esta primera intervención. Comenzó hablando de sus orígenes como geógrafa especializada en asuntos sociales y culturales que ha trabajado durante más de diez años como consultora de una empresa en asuntos de desarrollo en varias partes del mundo, hasta que comenzó su carrera académica en 1993.
    Desde sus inicios, la investigadora se interesó por los asuntos de género, puesto que estos no suponen diferencias únicamente biológicas, sino culturales. Se ha centrado tanto en el ámbito doméstico como el público y, especialmente, las ciudades, vertiente ésta sobre la que versó su ponencia.
    Explicó su noción de “ciudad generificada” (“gendered city”), que no es otra cosa que analizar las capas de la ciudad (física, cultural, social y cultural) desde una perspectiva de género. Para ello, utilizó diferentes “lentes” metafóricas: las dinámicas de poder del patriarcado; los roles que juegan hombres y mujeres; cómo afectan esas relaciones de poder al espacio y a la vida; y, por último, la búsqueda de medios para que los investigadores puedan influir en el cambio de las relaciones de género.
     
    La investigadora sentó las bases teóricas en las que suele mover sus investigaciones. El primer referente que reconoció fue de la teoría de Lefebvre sobre el “derecho a la ciudad” que, de manera muy sucinta, se basa en el hecho de habitarla y conlleva la potestad tanto de apropiarse como de participar en ella.
    Esta visión se complica con el proceso de la globalización, que ha creado dos tendencias que “reescalan” el concepto de ciudadanía: una para aumentar su rango de acción, como sucede al hablar de este término en un ámbito como la Unión Europea, y otra para disminuirlo, cuando se pone énfasis en los municipios y vecindarios.
     
    Otra de las bases que Fenster tiene en cuenta en sus investigaciones es la tensión entre lo público y lo privado, cómo está cambiando su significado y, sobre todo, cómo puede abordarse desde el punto de vista de género.
     
    En 2005 la ponente se atrevió a criticar la teoría de Lefebvre porque, si bien la consideró “radical”, no tuvo demasiado en cuenta los asuntos de género. Identificó un sesgo patriarcal en las relaciones de poder dentro del ámbito urbano y, obviamente, en el ámbito doméstico. Como explica la investigadora, si la mujer no puede conseguir un derecho al uso y a la participación del ámbito doméstico, difícilmente se podrá lograr en el ámbito público.
     
    Ese mismo año, Fenster acuñó el término del “derecho generificado a la ciudad”, el cual matizó en 2011, tras su participación en las protestas ciudadanas celebradas en Israel, y ahora entiende como “el derecho a la ciudad generificada”. Es decir, puso un mayor énfasis en la naturaleza estratificada de la ciudad: “no se trata de poner énfasis solo en el género, sino también en etnicidad, la sexualidad”. Con ese punto de vista, hay que analizar asuntos como la legalidad e ilegalidad, lo prohibido y lo permitido.
     
    Geografía emocional
    En sus investigaciones da mucha importancia al día a día y, sobre todo, a un concepto que denominó la “geografía emocional”, es decir, cómo se siente la mujer ante el hecho urbano, estudiando sensaciones como la comodidad, la pertenencia o el compromiso. Así, puso ejemplos de varios testimonios de mujeres israelíes a las que ha entrevistado: para algunas el hogar era la “libertad” mientras que para otras era una “prisión”.
     
    Las exclusiones de género en la ciudad son especialmente visibles en ciudades como Jerusalén, en la que en la parte “santa” de la ciudad está prohibida para ciertos colectivos. Fenster reconoció que es un ejemplo extremo, pero que esa tendencia a la exclusión de algunas personas se da en casi todas las ciudades.
     
    También puso varios ejemplos fotográficos de espacios públicos de San Francisco, Nápoles, Londres o Jerusalén, en los que analizó conceptos como la seguridad para las mujeres, teniendo en cuenta si es un espacio abierto, si ofrece cobijo en caso de agresiones, si es discreto o, incluso, si existen áreas que sean exclusivas para alguno de los sexos.
     
    La ponente apreció que en los países mediterráneos la división entre lo público y lo privado se diluye, como, por ejemplo, cuando en verano los vecinos sacan parte de su mobiliario a la calle. Explicó también que en un barrio ultra ortodoxo en el centro de Jerusalén se pide a las transeúntes que vistan de manera “modesta” y “decorosa”. Es decir, se condiciona el derecho a disfrutar de la ciudad a la observación de ciertas normas. La paradoja es que también se debe defender el derecho a esa comunidad a tener esas creencias, y por ello se produce la tensión.
    Otro ejemplo de cómo el género afecta al uso de lo urbano fue una imagen de Londres, en las que las mujeres musulmanas estaban disfrutando de un día en el parque, pero totalmente cubiertas: de nuevo, el atuendo determina el derecho de la mujer a utilizar el espacio.
     
    Ya durante el debate posterior, Fenster reflexionó que muchas veces el turista es capaz de distinguir características concretas de una ciudad de manara mucho más clara que sus habitantes, ya que las observa con cierta objetividad. También recordó que hasta hace no mucho, el urbanismo no tenía muy en cuenta a los ciudadanos, ya que antaño los arquitectos se consideraban a sí mismos “artistas” y, por tanto, no se detenían tanto en cuestiones como el confort o utilidad de las infraestructuras para centrarse más en la monumentalidad o la estética. Fuente: El Periódico de Canarias