El jardín del edén de Israel se llama Neguev

El jardín del edén de Israel se llama Neguev

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    "Si quieres ser rico, ve al norte. Si quieres ser sabio, ve al sur", afirma Saar Badash. Este joven de 28 años sonríe al explicar por qué abandonó su empleo como profesor de educación especial en la próspera y tecnologizada Tel Aviv para vivir con su pareja en Mitzpe Ramon, un pueblo de 5.000 habitantes en el corazón del desierto del Neguev, y que alberga una de sus mayores joyas naturales: el cráter Ramon, de 45 kilómetros de profundidad y 400 metros de profundidad. "Es una opción personal. Queríamos alejarnos de la sociedad de consumo y encontrar una sociedad en equilibrio con la naturaleza y sostenible. No somos ni misioneros ni colonos", afirma Badash, que forma parte de un movimiento llamado Regreso al Desierto que ha llevado a otras treinta familias de jóvenes universitarios a trasladarse al Neguev.

    "Los jóvenes se tenían que marchar de aquí para ir a la universidad o buscar trabajo. Nosotros queremos cambiar esa situación", señala Badash. Un ejemplo de ello es la apertura de su negocio, un restaurante especializado en comida ecológica que da empleo a diez personas.

    Con una extensión algo menor a la provincia de Sevilla, el desierto del Neguev ocupa el 60% del territorio de Israel pero alberga sólo el 12% de la población. Aunque las ruinas de Masada y de ciudades nabateas como Mamshit o Haluza demuestran que estuvo habitado desde antiguo, la urbanización del Neguev se debe en gran medida a David Ben Gurion, el primer jefe del Estado israelí. Su política se resumía en "primero, la gente; luego todo lo demás". Más de 600.000 emigrantes judíos, procedentes principalmente de la Europa arrasada de la posguerra y de Sudamérica, fueron distribuidos por el Neguev en granjas colectivas conocidas como kibutz. Los primeros años, marcados por las guerras y la penuria material, fueron muy duros, lo que generó un espíritu de solidaridad comunitaria, magnificado por el idealismo de los revolucionarios de mayo del 68.  Seguir leyendo en Diario de Sevilla