http://www.excelsior.com.mx/opinion/rodica-radian-gordon
Publicado el
17 de enero del 2013
Acabo de
regresar de Israel, donde la tormenta que sacudió la región la semana pasada
fue realmente impresionante. El clima mediterráneo se caracteriza por tener lluvias
durante los meses de noviembre hasta febrero, época en la que se acumula la cantidad de agua natural de
todo el año. Los últimos diez años han sido muy áridos, y la escasez del agua
ha creado un balance negativo en las
reservas de toda la región. Este invierno parece ser de altas precipitaciones.
Hasta ahora las lluvias han cubierto un 170% de la cantidad media anual y en
comparación a meses de diciembre en
previos años, ya ha llegado a
duplicarse.
El indicador
más popular de dicha situación es el nivel del agua en el Mar de la Galilea
(que realmente es un lago), ya que éste ha sido una de las reservas más
importantes de agua potable en Israel. Así, solamente durante la semana de la
tormenta el nivel del agua ha crecido 67cm, un tercio del nivel que incrementa el lago en un año normal de
lluvias (que es de 1.60 metros).
Desde los
primeros años del Estado, Israel tuvo que enfrentarse con el desafío de un
manejo eficaz de los recursos hídricos. La solución más destacada, que sigue
siendo parte importante de este manejo, fue la creación de 1953 a 1964 del
Acueducto Nacional. Dicho acueducto transporta agua del Norte de Israel hacía
regiones áridas del sur, usando como fuente principal el Mar de la Galilea
(aunque también hay otras vertientes).
La crisis
del agua en la última década ha llevado
a Israel a reexaminar sus recursos
hídricos, especialmente dado que como parte de la firma del Tratado de Paz con
Jordania en 1994, Israel se comprometió en abastecer una cuota anual del
suministro de agua hacía Jordania. Ello, junto con lo impredecible de las
precipitaciones, ha llevado al desarrollo acelerado de algunas plantas de
desalinización a lo largo del Mediterráneo.
Durante mi
estancia en Israel he tenido el gusto de visitar una de estas plantas, ubicada en
la Ciudad de Ashkelon. Dicha planta, la primera en funcionar, se abrió hace
siete años, en una acción conjunta entre IDE TECHNOLOGIES y VIOLIA, ambas
compañías reconocidas mundialmente en este campo. La planta aprovecha el agua
del Mar Mediterráneo, utilizando la tecnología de Osmosis Inversa con una
innovación israelí que permite una mayor eficacia en el proceso de
desalinización. Además, el agua
desalinizada resulta ser de muy alta calidad. La planta de Ashkelon provee el 15% de la cantidad anual del uso
habitacional en Israel.
En los
últimos tres años otras dos plantas similares se han abierto en Palmahim y en
Hadera, ambas localizadas en la costa del Mediterráneo, siendo la de Hadera la
más grande del mundo. Otras dos están por abrir muy pronto (2013-2014). De esta
manera, en un par de años Israel podrá
llegar a una independencia de sus recursos de agua natural, basándose
exclusivamente en aguas desalinizadas.
La escasez
del agua en el Medio Oriente no sólo es un problema local, sino que representa
una de las fuentes de conflictos políticos. La desalinización ha sido
considerada como una solución viable para aminorar el problema. El éxito de las
plantas desalinizadoras israelíes prueba su viabilidad especialmente en una era
de cambios climáticos y de inestabilidad política regional.