Desde los tiempos bíblicos, los judíos han sido un pueblo con una fe monoteísta: el judaísmo, que denota tanto un concepto religioso como uno nacional. Hacia el siglo XVIII, la mayoría de ellos vivía en Europa Oriental, donde estaban confinados en guetos, con poca interacción con la sociedad que los rodeaba. Dentro de sus comunidades, administraban sus propios asuntos, conforme al sistema de la ley rabínica (Halajá) desarrollada y codificada por estudiosos religiosos durante muchos siglos.
El espíritu de emancipación y nacionalismo que barrió a la Europa del siglo XIX ocasionó el desarrollo de una actitud más liberal en la educación, la cultura, la filosofía y la teología. Ese espíritu generó también varios movimientos judíos, algunos con líneas religiosas liberales, mientras que otros adoptaron ideologías nacionales y políticas que significaban una ruptura con la ortodoxia y su forma de vida, y abogaban por una integración completa en la sociedad no judía.
Hoy en día la sociedad judía de Israel está formada por judíos observantes y no observantes, en un espectro que va desde los ultraortodoxos hasta los completamente laicos. Sin embargo, las diferencias entre ellos no están claramente definidas. Desde el punto de vista de la adherencia a las leyes y prácticas religiosas judías, el 20 por ciento de la población cumple todos los preceptos religiosos, el 60 por ciento cumple algunos, de acuerdo a su inclinación personal y a sus tradiciones comunitarias, y un 20 por ciento es básicamente no observante. Pero dado que Israel fue concebido como un estado judío, el shabat (sábado) y todas las festividades judías han sido instituidas como fiestas nacionales y son celebradas por toda la población judía y observadas por todos, en mayor o menor medida.
Judíos ultraortodoxos en un barrio de Jerusalén (Foto: Ministerio del Turismo)
Otros indicadores del grado de religiosidad pueden ser el porcentaje de padres que otorga a sus hijos una educación religiosa o el porcentaje de quienes votan por partidos políticos religiosos en las elecciones nacionales. El significado de estas cifras, sin embargo, es incierto, dado que padres no observantes pueden inscribir a sus hijos en escuelas religiosas y muchos ciudadanos ortodoxos votan por partidos políticos no religiosos.
Básicamente, se puede considerar que la mayoría de la población está constituida por judíos seculares que adoptan un estilo de vida moderno, con diversos grados de práctica religiosa. Dentro de esta mayoría, muchos siguen una forma de vida tradicional modificada, y algunos eligen afiliarse a alguna de las corrientes religiosas liberales.
Dentro de la minoría observante, tanto sefardí como asquenazí, son muchos los que aún adhieréndose a una forma de vida regulada por las leyes religiosas judías, participan plenamente en la vida del país. Consideran el moderno estado judío como el primer paso hacia la venida del Mesías y la redención del pueblo judío en la Tierra de Israel.
En contraste, algunos judíos ultraortodoxos consideran que la soberanía judía sobre la Tierra de Israel podrá ser restablecida solamente después de la venida del Mesías. Manteniendo estricta adherencia a la ley religiosa judía, se alojan en barrios propios, tienen sus propias escuelas, se visten con trajes tradicionales, dan roles netamente diferenciados al hombre y a la mujer y viven replegados sobre sí mismos.
Foto I. Sztulman, Cortesía del Museo U. Nahon de arte judaico