La declaración del presidente turco Recep Tayyip Erdoğan a sus activistas partidarios es absurda, infundada y distorsionada. Sería mejor que se ocupara de los difíciles problemas que enfrenta su propio país.
Los días del Imperio Otomano ya han transcurrido y forman parte del pasado. Jerusalén fue, es, y será siempre la capital del pueblo judío. En marcado contraste con el pasado, el gobierno de Jerusalén está comprometido con la seguridad, la libertad, la libertad de culto y el respeto de los derechos de todas las minorías.
Aquellos que viven en palacios de vidrio deben tener cuidado de lanzar piedras.