El diplomático chileno Samuel del Campo es uno de los Justos entre Las Naciones, distinguidos por Israel, por salvar vidas judías en el Holocausto.
Su gesta, como la de otros diplomáticos del mundo, quedó reflejada en la exposición Más Allá del Deber, presentada por la Embajada de Israel en el Museo de la Memoria.
ANTECEDENTES
Yad Vashem, el Centro Mundial para la Conmemoración del Holocausto en Jerusalén, preserva la memoria del pasado e imparte su significado para las generaciones futuras. Establecido en 1953 como un centro mundial de documentación, investigación, educación y conmemoración del Holocausto, Yad Vashem es hoy un lugar dinámico y vital de encuentro intergeneracional e internacional.
Uno de los principales deberes de Yad Vashem es transmitir la gratitud del Estado de Israel y del pueblo judío a los pocos que hicieron esfuerzos para ayudar a los judíos durante el Holocausto. Esta misión fue definida por la ley que estableció Yad Vashem, y en 1963 el Centro de Conmemoración se embarcó en un proyecto mundial para otorgar el título de Justo de las Naciones a los no judíos que arriesgaron sus vidas para salvar judíos y perpetuar su legado.
Con este fin, Yad Vashem estableció una comisión pública, encabezada por un juez retirado de la Corte Suprema de Israel, que examina cada caso y es responsable de otorgar el título. Los reconocidos reciben una medalla y un certificado de honor; las ceremonias se realizan en el Monte de la Memoria en Jerusalén; y las historias de rescate, documentos y testimonios se conservan para siempre.
A fines de 2017, cerca de 27,000 hombres y mujeres de todas las profesiones, orígenes y religiones, provenientes de más de 50 países en todo el mundo, han sido reconocidos como Justos de las Naciones. El programa de reconocimiento continúa y Yad Vashem recibe cada año cientos de solicitudes para honrar a los rescatadores.
DIPLOMATICOS JUSTOS DURANTE EL HOLOCAUSTO
Mientras que los países del mundo libre se mostraban reacios a ayudar a los refugiados judíos, y mientras la mayoría de los diplomáticos continuaban empleando procedimientos estándar, muy pocos sintieron que tiempos extraordinarios requerían una acción extraordinaria y estaban dispuestos a actuar en contra de la política de sus gobiernos. Sólo una pequeña minoría reunió el valor necesario para reconocer el significado y las consecuencias de obedecer las instrucciones de sus superiores. Ante la difícil situación de los judíos, decidieron que, aunque eran de una nacionalidad y religión diferentes, no podían continuar con su rutina profesional y, por lo tanto, optaron por desafiar a sus superiores y, si era necesario, sufrir las consecuencias.
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