Israel se convirtió en el Silicon Valley en tecnologías para el uso eficiente del agua”, comentan en tono de broma dos asistentes al seminario “Innovaciones en el manejo del recurso hídrico para la agricultura: la experiencia de Israel”, realizado hace un par de semanas en Chile. Y algo de razón tienen.Tener más de la mitad del país -del orden de 12 mil km2- ocupado por el desierto Neguev, por lo que es una de las naciones más áridas del mundo; apenas una fuente de agua dulce (el lago Kineret también conocido como mar de Galilea, donde, según la Biblia, caminó Jesús), y sólo el 20 por ciento de la tierra con potencial cultivable (a la que por tanto hay que sacar el máximo potencial productivo y usando la menor cantidad de agua posible), obligó a que el país se volviera altamente eficiente en el manejo de sus aguas. Allá el recurso es tan valioso como el oro, el petróleo o el cobre.
”El agua es entendida como un commodity en Israel, algo que en Chile y Latinoamérica también debería verse así”, dice Eilon Adar, director del Instituto Zuckerberg, y uno de los invitados al seminario. Él fue parte de la delegación de expertos, conformada por investigadores del Instituto Zuckerberg del Agua de la Universidad Ben Gurión, que trajo la Fundación para la Innovación Agraria, anfitriona del evento.
Fue en los años 20 cuando en ese país se empezó a empujar la construcción de infraestructura y tecnologías en la materia. Por el clima desértico, la escasez del recurso era parte del panorama, tenían que sacar el jugo al agua disponible para consumo humano, pero también a la dedicada a la agricultura.
Con el tiempo no sólo se convirtieron en los reyes del riego por goteo. Hoy son amos y señores en tecnologías como la infiltración, el tratamiento de aguas residuales o la de-salinización, sistemas que han permitido al país mantener el consumo de agua dulce en las tres últimas décadas pese a que la población se ha multiplicado 2,5 veces. Y también contar con un desarrollo agrícola que no sólo les permite asegurar su propio alimento, sino incluso exportar.
En 1965 la agricultura en Israel consumía 1,1 billones de m3 para regar anualmente, y el ciento por ciento era agua fresca, con una población de 3,2 millones de personas. Hoy, con 7,5 millones de personas, la agricultura consume menos, 0,998 billones de m3 al año, pero produce 30 veces más, según cifras de 2010. Hay que considerar que en Israel la disposición de agua es de sólo 1.600 hm cúbicos, con los que irrigan 186 mil hectáreas. Aun así el país tiene cosechas de 500 toneladas de tomate por hectárea, invernaderos que producen tres millones de rosas por hectárea cada temporada, producción anual promedio de 308 huevos por gallina ponedora, una producción anual promedio de 12.000 litros de leche por vaca, rendimiento de cítricos de 80 toneladas por hectárea en el desierto del Neguev, según cuentan en la Embajada de Israel.
Infiltración e infraestructura
Las carreteras recorren el amarillo del desierto. Lomajes suaves se interrumpen en algunas zonas por ordenadas filas de árboles verdes que resisten el calor, en otras por inmensas instalaciones de plástico, policarbonato o vidrio. Con tecnologías que gastan un mínimo de energía, logran las temperaturas adecuadas para que en su interior el verde de las hojas se mezcle con rojos de pimientos, o colores de distintos frutos. Aparecen también lo que desde fuera parecen grandes galpones. En su interior, en gigantescos estanques se cultivan peces como el róbalo, y también muchos ornamentales que van a la exportación. El secreto es que el agua donde nadan los peces luego se reutilizará en el riego de olivos, jojoba, palmeras, datileras y alfalfa, lo que además les permite ahorrar en fertilizantes (porque el alto nivel de amonio que desechan los peces, sirve luego como nitrógeno para la tierra).
Sin embargo, para obtener el agua inicial, y dado que la superficial es prácticamente inexistente en la mayor parte del territorio, los expertos tuvieron que buscar más profundamente, precisamente en el fondo de la tierra. Es así como el país se convirtió en uno de los más desarrollados en la búsqueda de napas subterráneas y en la infiltración de acuíferos.
Allá del orden del 90 por ciento del agua que se consume viene de más de 1.200 pozos subterráneos que están en todo el territorio y alcanzan profundidades de hasta 1,5 kilómetros. Un experiencia que expertos chilenos miran con atención y que, desde la CNR vienen promoviendo fuerte.
“Israel es similar a Chile, por ejemplo en el norte desértico. Allá gran parte del agua va a Tel Aviv, el centro, como acá a Santiago”, dice Adar.
No basta con acumular el agua, explican los expertos. Su experiencia les ha demostrado que además de construir la infraestructura adecuada, se debe acompañar de niveles de tecnología a lo largo de todo el proceso, incluido el traslado de las aguas de un punto a otro. En Israel incluso los tubos por los que se moviliza el agua son distintos, según el uso final, lo que implica distintos precios.
Usar las aguas negras
Lo de las distintas cañerías tiene una razón de ser que va más allá de lo económico.
En Israel se recicla más del 75% de las aguas residuales urbanas. Y cuando se habla de reciclarlas significa que tras el tratamiento esas aguas se utilizan para fines como el riego de verduras. Y es que después de recicladas, aunque no califiquen para consumo humano, sí tienen condiciones aceptables para ese fin. Como los distintos tipos de agua no pueden usar las mismas cañerías, éstas se distribuyen a través de un sistema paralelo al del agua potable que las encauza a zonas de riego.
La planta de Shafdan es una de las mayores instalaciones de tratamiento y de recuperación de aguas residuales del mundo. En ella se tratan las aguas negras que utilizan más de dos millones de personas, de más de 13 municipios del área metropolitana de Tel Aviv. Ésta purifica el 30 por ciento del agua residual de ese país, la que luego es reutilizada con fines de irrigación.
Para ello, complementan tecnologías. Así, hay sistemas en los campos, por ejemplo, para regar directamente las raíces y no el suelo, y tecnologías para medir la humedad, radiación solar, temperatura y salinidad, entre otras variables, que permiten sacar el máximo provecho al agua de la tubería.
En Chile, si bien existe un alto nivel del tratamiento de aguas -el 80% en la Región Metropolitana- éstas luego son devueltas a los cursos de agua que las llevan hasta el mar.
“Chile tiene todo para hacerlo, mucha agua y cuencas donde podría utilizar estos sistemas. Sólo falta perfeccionar las tecnologías”, dice Noam Weisbrod, experto en la materia.
Se refiere a la necesidad de invertir no sólo en las plantas que depuren las aguas -que ya están en buena parte del país- sino en los sistemas que las acompañan, como las tuberías específicas para trasladarlas a los sistemas agrícolas.
Está claro que el tratamiento de las aguas no es simplemente limpiarlas.
Algunos de los sistemas, mostrados en Agritech 2012, en Tel Aviv, funcionan a través de diversas formas de filtraje. Se trata de sistemas que, si bien parecen simples, implican una serie de manejos para evitar, por ejemplo, que se obstruyan -lo que ocurre con facilidad- y que consuman más energías. Por ello, los expertos israelitas de la Universidad Hebrea de Jerusalén sostienen que es clave que estos sistemas deben utilizar técnicas altamente eficientes y económicas.
A través de esos filtros limpian las aguas, pero deben poner especial atención no sólo en captar los sólidos, sino otros compuestos residuales, de tipo industrial o químico, que pueden ocasionar problemas, contaminar suelos o cultivos.
Desalinización, una alternativa más lejana
En el tema de la desalinización, la más nueva entre las alternativas, el Gobierno de Israel construyó hace siete años una de las plantas desalinizadoras más avanzadas del mundo. Inaugurada en 2005, Ashkelon tiene capacidad para producir 330 mil m3 de agua potable al día.
“Los últimos 25 años hemos trabajado muy bien en infiltración, pero surgió una nueva preocupación: la salinidad. Por eso implementamos una estrategia para desalinizar el agua”, explica Eilon Adar.
El año pasado se desalinizaron alrededor de 300 millones de metros cúbicos.
Quizás, aunque haya potencial por ejemplo en el norte del país, explican los expertos, ésta sea un poco más compleja de implementar en Chile por los altos costos. Aunque los expertos dicen que deberían bajar en el mediano plazo cuando se empiece a masificar para hacerse más accesible en otros países.Allá los agricultores pagan por el agua tratada, al menos 35 centavos de dólar por metro cúbico (puede ser 60 centavos de dólar con tecnología de agua desalinizada) de agua tratada que utilizan. Además, deben pagar con cargos adicionales si usan en exceso. Los que ahorran tienen premios en la factura final con descuentos. Esa lógica los ha motivado a cuidar el recurso.
Otros proyectos que se están llevando a cabo en ese país son la desalinización solar, el bombeo de agua de mar con molinos de viento, la electrodiálisis y la aplicación de osmosis inversa para purificar aguas residuales. También se espera que en tres años esté disponible el sistema de los paneles fotovoltaicos en el aire que convierten el vapor en agua, una nueva innovación.
Publicado el: 25 junio, 2012 Fuente: Revista de Campo
http://www.agromeat.com/77251/en-israel-las-aguas-residuales-sirven-para-riego