La batalla sobre los documentos comenzó después de la muerte de Brod en 1968. Brod, quien era considerado la mano derecha de uno de los más importantes autores del siglo XX, le dejó los valiosos papeles a su secretaria, Esther Hoffe, pero le dio instrucciones para que los transfiriera a los archivos públicos de su elección.
Brod mencionó a la Biblioteca Nacional en Jerusalem a la cabeza de la lista, seguida por la Biblioteca Municipal de Tel Aviv, o cualquier otro lugar de depósito público en Israel o el extranjero. A pesar de su pedido, Hoffe no cumplió en entregar los documentos e incluso vendió algunos de ellos por mucho dinero.
Hace cinco años, Hoffe murió y dejó la herencia a sus hijas. A lo largo de este tiempo, los manuscritos de Kafka y otros valiosos documentos pertenecientes a Max Brod fueron conservados en el apartamento de Tel Aviv de una de sus hijas bajo condiciones discutibles.
De acuerdo al dictamen, “Es tiempo que la herencia de Max Brod, la cual no ha sido entregada a una biblioteca o lugar de depósito durante la vida de Esther Hoffe, sea entregada ahora”.
El dictamen añadió que la herencia estaría ubicada de ahora en adelante en la Biblioteca Nacional en Jerusalem.