Un millón de israelíes viven con temor constante de ataques con misiles. Es tiempo de Gran Bretaña condene la violencia de Hamas, que está prolongando el conflicto en Medio Oriente, escribe Haim Yellin, Alon Shuster y Yair Farjun
Otra semana y otra descarga de misiles mortales cayó en nuestras comunidades. Como directores de tres consejos regionales israelíes, que bordean la frontera con Gaza, los 130 misiles disparados, en los últimos días, hacia nuestra región constituye un escenario triste, aunque demasiado familiar. Imaginen, misiles cayendo sobre sus familias, sus hogares, sus comunidades. Proteger a nuestros niños del terrorismo diario de Hamas es nuestra prioridad.
La cuota de ataques de esta semana desde Gaza incluye a varios civiles heridos y magullados cuando impactó en un edificio de apartamentos. De manera inquietante, tomando ventaja de la inestabilidad en Egipto y un incremento en el contrabando de armas por parte de terroristas en el Sinaí, los misiles fueron lanzados desde el Sinaí como desde la vecina Gaza. La ciudad de Ashkelon, donde viven 113.000 personas, y capital del sur (Beersheva), fueron un particular foco de violentos ataques. Hamas, apoyado por Irán y única autoridad en Gaza, asumió, con orgullo, la responsabilidad por muchos de esos ataques sobre nuestros centros civiles.
Pero, nada de esto son noticias.
En una década, nuestra pequeña región fue objetivo de 13.000 misiles disparados desde Gaza. Más de un millón de israelíes, en promedio, viven bajo una nube de constante temor.
Los últimos bombardeos en nuestros hogares apenas hicieron ruido en los titulares internacionales o las agendas de los líderes mundiales. Parece que la pura regularidad de los ataques apagó la sensibilidad global ante la difícil situación de nuestras comunidades. Sin embargo, la declinación de la atención mundial no combina con ninguna reducción del trauma cotidiano, soportado por nuestros ciudadanos. En la ciudad israelí de Sderot, por ejemplo, el 92 % de los residentes experimentó la caída de misiles mientras que, el 49 %, conoce a alguien asesinado por un misil. No sorprende, en esta afligida ciudad, que, entre el 74 y el 95 % de los exhiba síntomas de desorden de stress post-traumático. Muchas familias deben vivir en una única y protegida habitación, mientras que, la jornada escolar y las actividades comunales, son pospuestas, de manera rutinaria, en un esfuerzo de evitar fatalidades civiles a gran escala.
Cuando están en clase el primer cálculo que nuestros niños aprenden son los 15 segundos que tienen para encontrar refugio una vez que suena la sirena de alerta de misiles.
Nuestros empleos, como líderes del consejo regional, deberían estar focalizados en los servicios locales, escuelas y centros comunitarios pero en su lugar están dominados por garantizar la seguridad básica de nuestros ciudadanos. No deberíamos permitir que estas situaciones anormales se conviertan en norma aceptada.
Por supuesto, no somos los únicos que sufren de una tensión continua en nuestra región. Reconocemos las dificultades que enfrentan los palestinos en Gaza. Pero la responsabilidad por sus aflicciones recae únicamente en Hamas.
Como líderes públicos recordamos los duros días del proceso de paz de Oslo en los noventa. Durante esa época, desarrollamos iniciativas cooperativas con el pueblo de Gaza, que vivía a solo pocas millas. No tenemos pelea alguna con los ciudadanos de Gaza y anhelamos unirnos, una vez más, en participación pacífica. Cuando Israel se retiró de manera voluntaria de Gaza (2005), esperábamos que sus residentes pudieran ser capaces de construir sus propios negocios, desarrollar una exitosa economía y establecer un gobierno de ley fundado en libertades básicas. Sin embargo, en 2007, Hamas tomó el poder, priorizando la importación de armas con las que atacar a Israel, desarrollando una compleja red de túneles para el contrabando de armas desde Irán a través del Sinaí. El resultado fue un conflicto que continúa amenazando la seguridad de los civiles que, Hamas, tiene la obligación de proteger.
La gente de Gaza merece algo mejor que Hamas.
Cada misil y mortero que impacta en nuestras ciudades, aldeas y comunidades presenta no solo un peligro para los civiles israelíes, sino que prolonga un conflicto destructivo.
Cada vez que Hamas lanza (o permite) disparos de misiles, la perspectiva de paz entre nosotros y nuestros vecinos en Gaza se hace más remota. Mientras que queremos desesperadamente la paz, no puede haber diálogo con una organización que valora el terrorismo por sobre las conversaciones.
No permitamos ignorar la difícil situación de Sderot, Ashkelon y otras ciudades al sur de Israel. Debemos encontrar una voz colectiva para deplorar la violencia de Hamas. Más aun, si valoramos la paz, debemos condenar, de manera fuerte e inequívoca, cada ataque con misiles dirigidos hacia civiles desarmados.
Como líderes israelíes locales, compartimos los valores comunes con Gran Bretaña, esforzándonos por un futuro en el que las palomas de la paz llenen nuestros cielos más que los misiles de la destrucción.
Haim Yellin es Director del Consejo Regional Eshkol, Alon Shuster es Director del Consejo Regional Sha´ar HaNegev, y Yair Farjun es Director del Consejo Regional Hof Ashkelon.