Por Itay Hod
The Daily Beast
12 de diciembre, 2012
En una tarde soleada de domingo, los pacientes pediátricos oncológicos en el Centro Médico Sourasky de Tel Aviv se reunieron en el Auditorio del hospital para una gran fiesta de Januca. Encendieron la menorá y cantaron canciones tradicionales sobre la rebelión macabea que derrotó a los poderosos griegos en el año 167 A.E.C. Pero, mientras se celebraba el milagro de Januca, otro milagro de la vida moderna ocurría en el segundo piso. Tal Zilker, paciente de cáncer, de 17 años, del sur de Israel, estaba “chateando” con su nuevo mejor amigo, Qsuy Imran (se pronuncia “Hussai”), un joven de 17 años, proveniente de Gaza. Ambos pasaron por una serie particularmente agresiva de quimioterapia; Imran estaba demasiado débil para unirse a los festejos, de modo que Zilker decidió renunciar a la primera mitad de la fiesta, para hacerle compañía.
“Chatear” es una manera de decir, para describir esa interacción. Zilker puede decir en árabe “Tenés dolor?” y “Cuándo tenés tu próximo tratamiento?” . Imran puede expresar “tenés fiebre?” y unas pocas palabras en hebreo. Pero cuando se es adolescente, el vocabulario no es tan importante como ser ambidiestro.“Los dos somos fanáticos de la Playstation”, dijo Zilker.
Esta amistad, entre dos adolescentes de la misma edad – que se parecen, tienen el mismo tipo de cáncer, y comparten el mismo amor por los videojuegos – no debería resultar tan sorprendente o de interés periodístico. Pero, al agregar sus respectivos códigos postales a la ecuación, esto se convierte en una fantástica historia, como una novela de Tolkien.
Zilker es de Ashdod, una ciudad al sur de Israel. Imran es de Khan Yunis, en Gaza. Durante los siete días de la “Operación Pilar Defensivo” el mes pasado, Hamas lanzó más de 1.400 misiles sobre Israel, en su mayoría sobre el área de Ashdod – Ashkelon. Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) impactaron contra 1.500 lugares en la Franja de Gaza, una pequeña área del doble de tamaño que Washington D.C. Lo que resulta más asombroso es que mientras Hamas lanzaba esos explosivos, continuaba enviando pacientes para ser tratados en hospitales israelíes, muchos ubicados en las mismas áreas que formaban parte de los objetivos de Hamas.
Los hospitales israelíes aceptaron, durante años, a pacientes palestinos. No existen suficientes instalaciones médicas en Gaza para tratar a su población en crecimiento. Esos establecimientos están mal equipados. Según la Oficina Central de Estadísticas palestina, existen 24 centros médicos en Gaza, que atienden a 1.7 millón de personas. Israel, en contraste, cuenta con 377 hospitales y una población de alrededor de 8 millones de personas. Sólo el año pasado, más de 100.000 palestinos recibieron atención médica en Israel. Los hospitales israelíes continuaron, en noviembre, tratando a pacientes provenientes de Gaza, aún en pleno combate.
Y para complicar más aún las cosas, muchos de los médicos israelíes que tratan a esos pacientes son soldados en las FDI, cuyo servicio es obligatorio. De hecho, el Dr. Dror Levin, el oncólogo que trata a Zilker y a Imran, pasó toda la semana de la Operación Pilar Defensivo patrullando la frontera con Gaza, junto con el resto de su pelotón de reserva.
Aunque esas contradicciones pueden sonar descabelladas para cualquier persona, aquí, en Medio Oriente, son habituales. “Es bastante simple”, dijo el Dr. Levin, ahora sin su uniforme. “Qsuy no es un representante de Gaza. Todo lo que veo cuando lo miro es un joven que necesita de mi ayuda. Aquí es dónde empieza y dónde termina todo”.
A pesar de la sangrienta batalla entre sus gobiernos, Zilker e Imran parecían menos interesados en la geopolítica que en jugar fútbol virtual, su pasatiempo favorito. Se conocieron en mayo, cuando Zilker llegó al hospital por su biopsia. Una resonancia magnética realizada unos días antes reveló un tumor en la rodilla izquierda. Imran fue la primera persona que conoció en el piso de oncología del hospital. Simpatizaron inmediatamente.
Tras haber pasado por una cirugía para extirpar el osteosarcoma – agresivo cáncer de huesos – una semana antes, Imran era un “veterano” en el protocolo hospitalario. Enseguida se hizo cargo de Zilker, y le dio toda la información, explicando qué podía esperar si la biopsia de Zilker daba nuevamente positiva. (El padre de Imran, que habla hebreo, hacía de traductor de los jóvenes, quienes también usaban mucho la pantomima).
El hecho es que Imran tenía el mismo tipo de cáncer que se sospechaba que tenía Zilker, y en el mismo lugar; de modo que el encuentro que tuvieron fue – como se dice en estos lugares - “bashert” (estaba predestinado). “En aquel momento, necesitábamos cualquier tipo de información”, dijo Anat, la madre de Zilker. “Qsuy era la única persona que conocíamos que tenía la misma patología. Y se convirtió en nuestro salvavidas”.
El padre de Imran, Jihad, cuyo nombre significa casualmente “guerra santa” en árabe, se convirtió en su guía no- oficial a través del difícil laberinto de médicos y tratamientos. “Este terrible destino nos unió de un modo que es difícil de explicar”, dijo Anat. Jihad dice que Anat ha sido un rayo de esperanza para su familia. Siendo residente de Gaza, él e Imran no tienen autorización para abandonar el hospital, excepto en unos pocos viajes organizados. Durante los últimos 10 meses, Anat les trajo al padre y a Imran comida casera y ropa. Al estar tan alejados de su familia y amigos, encontraron consuelo en Anat y su hijo.“Una de las cosas buenas que surgen de esta situación es que encontré una nueva familia”, dijo Jihad, refiriéndose a los Zilker.
En noviembre, cuando comenzaron a volar los misiles sobre Israel, Anat quiso saber rápidamente si los Imran se encontraban bien. Estaba un poco preocupada por cómo iba a afectar la guerra a esta nueva amistad. “Yo quería que sepan que a nosotros no nos importaba, y que los queríamos”, dijo. “No tenía nada que ver con ellos”. Nunca pensó en ellos de otra forma que en considerarlos amigos. Pero la experiencia le abrió los ojos en un tema. “Sabía que los palestinos amaban a sus hijos. Pero también sabía que mandaban a sus hijos en misiones suicidas. Creo que me sorprendí al ver que aman a sus hijos del mismo modo que nosotros amamos a los nuestros. Veo la dedicación de Jihad con Qsuy, y es exactamente lo mismo. No hay ninguna diferencia”.
Jihad, es un obrero de la construcción y dice que sabía que había “israelíes buenos” de la época que trabajaba en Israel, antes del bloqueo. Pero estaba conmovido por el nivel de cuidado que recibió durante su estadía en Tel Aviv. “Nos trataron como familia. Sólo tengo cariño y agradecimiento hacia los médicos y el equipo y Anat y Tal, por supuesto”.
Zilker lo resumió, quizá, de la mejor manera que puede hacerlo un chico de 17 años: “Solía creer que había algunos palestinos buenos, pero que la mayoría eran malos. Ahora sé que es exactamente lo contrario. Hay unos pocos malos, pero la mayoría son buenos”.
Tanto Zilker como Imran se están preparando para volver a sus hogares. En ambos casos, los médicos pudieron extirpar, con éxito, sus tumores. Imran dice que extraña la escuela, pero que la primera cosa que hará es quitar el polvo a la pelota y jugar al fútbol. Zilker planea un viaje a California.
No saben cuándo y dónde podrán verse nuevamente en el futuro. Pero mientras tanto, planifican encontrarse en un juego de fútbol virtual, para jugar por primera vez luego del cáncer, y lograr sus mejores jugadas de una vez por todas.