Por Yoed MagenEmbajador de Israel en Uruguay
Desde su creación, Israel ha anhelado la paz con sus vecinos palestinos y el mundo árabe en general. A través de los años se han presentado diferentes iniciativas que buscaron resolver el complejo conflicto y normalizar las relaciones en la región.
Sin embargo, durante demasiados años fuimos víctimas de la negativa palestina de negociar directamente con Israel. Los palestinos han puesto todos sus esfuerzos en la lucha diplomática contra Israel en los foros Internacionales. Lo cierto es que esta lucha, como era esperado, no los ha acercado a su objetivo de autodeterminación ni los ha hecho avanzar un solo centímetro en lograr un Estado independiente.
El Plan del Siglo, presentado por el Presidente Donald Trump el 28 de enero, representa una verdadera oportunidad para la paz en el Medio Oriente.
La iniciativa logra el equilibrio adecuado entre la seguridad vital de Israel y sus intereses nacionales y las aspiraciones de los palestinos a la autodeterminación. La misma ofrece a los palestinos una senda hacia un futuro Estado.
El plan aborda la causa de raíz del conflicto al insistir en que los palestinos finalmente reconozcan a Israel como el Estado Judío, hecho al cual se han negado. El líder palestino, Mahmud Abbas, dijo la semana pasada que no podía reconocer a Israel como tal, entre otras, porque muchos de los inmigrantes que llegaron de la ex Unión Soviética y de Etiopía no son judíos. Declaraciones delirantes y alejadas de la realidad.
Los palestinos nunca han demostrado la voluntad de querer llegar a un compromiso histórico y solucionar definitivamente el conflicto entre los dos pueblos. En su defecto, han invertido sus esfuerzos en deslegitimar a Israel en instituciones internacionales y otras iniciativas unilaterales que le hacen un flaco favor a la causa de la paz y la reconciliación.
La Autoridad Palestina, fruto de los acuerdos de Oslo de los años 90, ha promovido una cultura violenta contra Israel e inculcado a sus jóvenes el odio hacia quienes están destinados a compartir el mismo vecindario. La incitación contra los judíos se ha vuelto parte de su lenguaje. El propio presidente palestino dijo en 2015 que “da la bienvenida a cada gota de sangre en Jerusalem”. Los libros de texto de las escuelas palestinas demonizan a Israel y no lo incluyen en sus mapas.
Peor aún. El terror es recompensado por dicha institución con pagos mensuales de miles de dólares a los familiares de autores de los horrorosos atentados y de presos por actos de terror. Los peores terroristas se convierten en héroes y son glorificados por la Autoridad Palestina, poniéndole su nombre a escuelas, glorietas y calles. Esa cultura del odio va a contramano con la cultura de la paz.
El liderazgo palestino le ha fallado a su pueblo por décadas, ha rechazado cuanta mano se le ha tendido en búsqueda de la paz y se ha convertido en rehén de su propia retórica. Tanto Yasser Arafat hasta su muerte en 2005 como Mahmud Abbas tuvieron numerosas oportunidades para resolver el conflicto con Israel. Sin embargo, prefirieron el camino de la confrontación al de la paz.
Israel comparte plenamente el deseo de los palestinos de una vida mejor y de un futuro con dignidad nacional, prosperidad y esperanza. El Plan del Siglo ofrece ese camino, solo hay que tomarlo.
Sería imperdonable que la dirigencia palestina dejara pasar esta oportunidad. Si así lo hicieran, quedaría en evidencia una vez más el famoso dicho que “nunca pierden la oportunidad de perder la oportunidad”.