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Mensaje de la Embajadora Rodica Radian Gordon

  •   en el Senado de la República, el 29 de enero 2013
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    Estamos reunidos hoy para conmemorar el Día internacional de la Memoria del Holocausto, establecido por las Naciones Unidas en el 2005,  en la fecha de la liberación del campo de exterminio nazi “Auschwitz”, el 27 de enero de 1945.  La memoria colectiva asocia a “Auschwitz” - tal vez más que a otros campos de exterminio- con el Holocausto de los judíos de Europa, la Shoah.

    La  Conferencia de Wannsee (20 de enero de 1942), en la que Hitler presentó explícitamente a sus oficiales de más alto rango  los planes para el asesinato industrializado  y en gran escala  de los judíos, fue el evento  que enfatiza la singularidad del Holocausto en comparación con otros casos de genocidios que se han dado antes y después de éste. En las palabras del presidente alemán Christian Wulff, “El nombre de Wannsee se ha convertido en el símbolo de la decisión burocrática que definió entre aquellos que merecieron vivir y aquellos que merecieron morir, adoptada por la política de Estado para el exterminio organizado, planificado y sistemático de los judíos europeos”.

    El Holocausto fue  la culminación del antisemitismo que existió en Europa durante todo el segundo milenio. Al instaurar el principio de la desigualdad natural de la condición humana y arroparlo de su profundo antisemitismo, el régimen nazi destinó su capacidad de organización y su poder burocrático así como su avance tecnológico, su economía y su propaganda, logrando convertir a uno de los grupos de ciudadanos más prominentes por sus aportes a las diferentes esferas de la sociedad y la cultura europea en un grupo ilegitimo que se podía y debía exterminar. La teoría racial, que fue una pieza angular de la ideología nazi, estaba basada en los así llamados criterios científicos de la inferioridad de la raza judía, recuperando viejos mitos antisemitas y formulando nuevos. Estos criterios operaron como justificación de la exclusión, primero, y de la deslegitimación y deshumanización del judío, después.

    El exterminio de los judíos como individuos y como comunidades ocupó un lugar central y esencial en la concepción nazi del mundo, a diferencia de otros grupos perseguidos, como los gitanos, los comunistas y los homosexuales. Esta es la esencia de  la singularidad del Holocausto.

    De igual modo, no es posible comprender la participación activa de los colaboracionistas o el silencio inexplicable de los observadores, quienes formaron la gran mayoría de las poblaciones en los países donde ocurrió el holocausto, sino al margen de los prejuicios y  sentimientos antisemitas que han existido a lo largo de los siglos en Europa.

    Entre los temas más investigados del Holocausto están la Resistencia de la Sociedad Judía y el Rescate.  Hay que destacar que nuevas fuentes  de documentación  siguen apareciendo aún hasta el día de hoy. Por ejemplo, estas semanas el Instituto Yad Vashem publica nuevos documentos sobre la vida cotidiana en algunos ghettos  que se encontraban en territorio soviético  y  que en 1942  fueron  exterminados por los nazis.

    La contribución de la mujer judía en general a la sobrevivencia de su familia y su comunidad parece ser primordial. Las mujeres judías no solamente tuvieron que salir de la esfera privada de la casa a la esfera pública de la comunidad, sino también tuvieron que luchar por su  vida y las vidas de sus familiares.  Además,  a pesar de los grandes peligros existentes, las mujeres judías jugaron un rol importante  en los esfuerzos por conectar al ghetto con el mundo exterior, incluso contrabandeando víveres y participando en los diferentes movimientos de resistencia.

    El rescate durante el Holocausto, que es el tema elegido por la O.N.U  este año, fue la historia de una pequeña minoría de personas. Las investigaciones  sugieren que  más mujeres que hombres estuvieron involucradas en el rescate de los judíos, quizás por un mayor nivel de empatía hacía el cruel destino de estos.

    Cuando los judíos tocaban puertas para pedir ayuda, los observadores tuvieron que decidir de modo inmediato si apoyar o no. En general, la decisión estaba basada en un instintivo gesto humano que quizás después se transformó en una decisión de tipo moral. En algunos casos quienes rescataron ofrecieron mayor apoyo a medida que pasaba el tiempo: hubo casos que de brindar protección inmediata por algunos días,  la ayuda  se  prolongó  por  meses, años e incluso hasta el término de la guerra.

    El riesgo fue enorme y variaba según el país: en Europa del Este los  rescatadores  arriesgaron no solamente sus propias vidas, sino las de sus familiares. En Europa Occidental el castigo nazi fue un poco menos severo, aunque algunos de los rescatadores fueron enviados a campos de concentración donde murieron.  Pero tanto rescatadores como rescatados vivieron siempre con el temor de ser descubiertos, y por ello todos tuvieron que mantener un modo de vida alterno a las normas aceptadas  de las sociedades donde vivían. La mayoría de los rescatadores eran gente común y corriente, que igual actuaban con determinadas políticas ideológicas o religiosas, o eran gente simple conmovida por el cruel destino de los “otros”.

    El apoyo podía ser tan sólo en abastecer algo de comida o conducirlos con personas que podían ofrecer resguardo. Solamente unos cuantos tomaron responsabilidad total de la sobrevivencia de los judíos y ellos son los que han sido reconocidos por el Estado de Israel como los “Justos Entre las Naciones”. El Pueblo judío a través  del Instituto Yad Vashem, Centro Mundial para la Investigación, Documentación y Enseñanza del Holocausto, se empeña en realizar la labor de  documentación puntual  de todos los casos excepcionales. Hasta hoy en día, cerca de veinte mil personas, cristianos y musulmanes de varias nacionalidades, recibieron la medalla y el título de Justos entre las Naciones, aunque es muy probable que este número sea mayor.

    Una categoría especial entre los “Justos” son aquellos muy pocos diplomáticos  que  eligieron apoyar a los judíos  solamente por el hecho de ser judíos. En todos los casos reconocidos, dichos diplomáticos actuaron desafiando  las políticas  de sus gobiernos  y las órdenes de sus superiores, conscientes del precio personal que tuvieron que pagar por sus decisiones, que fueron en contra de políticas oficiales insensibles. Así es el caso del consul japonés Sugihara y el representante holandés Jan Zwartendijk en Kaunas, Lituania; el consul portugués Aristides de Souza Mendes en Bordeaux; el Embajador Brasileño en Francia Luis de Souza Dantas; el consul chino Feng Shang Ho en Viena y el recientemente reconocido como Justo, el consul de Ecuador Manuel Antonio Muñoz Borrero.

    En 2012 se conmemoró el centenario del nacimiento de Raoul Wallenberg, uno de los  más reconocidos entre los “Justos entre las Naciones”. Siendo un diplomático en la Legación Sueca en Budapest en el verano de 1944, durante el clímax del exterminio de los judíos húngaros, Wallenberg actuó. Desafiando los obstáculos de los regímenes – nazi, como de la Cruz de Hierro Húngara -  y arriesgando su vida, Wallenberg salvó a cien mil judíos, otorgándoles “pasaportes de protección” suecos, escondites y víveres.

    Las historias de quienes actuaron para el rescate de judíos nos enseñan que aun en los límites que imponen las circunstancias históricas, siempre existe la libertad de elección aunque se necesite de un coraje extraordinario  para lograrlo.

     

    El 27 de enero es también la fecha establecida  en México para conmemorar al Embajador Gilberto Bosques. 

    Gilberto Bosques, un hombre valiente y con un coraje extraordinario, también fue uno de los muy pocos diplomáticos  que no  se mostraron indiferentes hacía el destino de los perseguidos por los fascistas y por los nazis. Afortunadamente para las personas que logró salvar,  Bosques actuó  bajo el consentimiento del gobierno mexicano que decidió rescatar a refugiados políticos sin distinciones religiosas, entre ellos a judíos. Los  judíos que llegaron a México gracias a las “Visas de Bosques" fueron aceptados en igual medida que los demás.

    De hecho, el gran drama para los judíos en los tiempos en que la única opción de supervivencia era el abandono del continente europeo, era que la política migratoria fue crecientemente restrictiva y como judíos no fueron considerados exiliados políticos. Quienes gozaron de la opción de salvataje, su suerte fue determinada por su militancia política y, claro está, su condición judía no fue objeto de discriminación. El gran papel libertario de México se vio entonces fundamentalmente ejemplificado en la apertura de puertas al exilio español. Justificadamente, el gran historiador Luís Gonzales ha calificado al Presidente Cárdenas como el Gran Presidente Hispanista.

    De allí que las políticas mexicanas en comparación con las de la mayoría de otros países, aunque no fue de una apertura hacia los judíos, si permitieron en momentos dados el ingreso de pequeños grupos de personas de origen judío.

    La memoria del Holocausto y su estudio sistemático y riguroso se hacen cada vez más imperiosos en la medida en la que nos alejamos de los acontecimientos y la memoria se construye como “narrativa”.  Aprender de la historia significa para cada cultura, pueblo o nación que el gran desafío no es matizar u ocultar el pasado sino modificarlo con un compromiso con el presente, con la acción solidaria, con la tolerancia, con la sensibilidad hacia el Otro necesitado de apoyo.

    De ahí la importancia de la enseñanza de este acontecimiento histórico como un evento singular que tiene significados universales y la necesidad de combatir sistemáticamente el antisemitismo en todas sus manifestaciones, así como, ciertamente, todos los tipos de racismo, discriminación, xenofobia, y todo genocidio dirigido específicamente en contra de un determinado grupo (político, étnico u otro).

    La designación del 27 de enero como Día Internacional del Holocausto, es una contribución de suma importancia de las Naciones Unidas a este esfuerzo.

     

     

     
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