Estamos reunidos hoy
para conmemorar el Día internacional de la Memoria del Holocausto, establecido
por las Naciones Unidas en el 2005, en
la fecha de la liberación del campo de exterminio nazi “Auschwitz”, el 27 de
enero de 1945. La memoria colectiva
asocia a “Auschwitz” - tal vez más que a otros campos de exterminio- con el
Holocausto de los judíos de Europa, la Shoah.
La Conferencia de Wannsee (20 de enero de 1942),
en la que Hitler presentó explícitamente a sus oficiales de más alto rango los planes para el asesinato industrializado y en gran escala de los judíos, fue el evento que enfatiza la singularidad del Holocausto
en comparación con otros casos de genocidios que se han dado antes y después de
éste. En las palabras del presidente alemán Christian Wulff, “El nombre de
Wannsee se ha convertido en el símbolo de la decisión burocrática que definió
entre aquellos que merecieron vivir y aquellos que merecieron morir, adoptada
por la política de Estado para el exterminio organizado, planificado y
sistemático de los judíos europeos”.
El
Holocausto fue la culminación del
antisemitismo que existió en Europa durante todo el segundo milenio. Al
instaurar el principio de la desigualdad natural de la condición humana y
arroparlo de su profundo antisemitismo, el régimen nazi destinó su capacidad de
organización y su poder burocrático así como su avance tecnológico, su economía
y su propaganda, logrando convertir a uno de los grupos de ciudadanos más
prominentes por sus aportes a las diferentes esferas de la sociedad y la cultura
europea en un grupo ilegitimo que se podía y debía exterminar. La teoría racial,
que fue una pieza angular de la ideología nazi, estaba basada en los así
llamados criterios científicos de la inferioridad de la raza judía, recuperando
viejos mitos antisemitas y formulando nuevos. Estos criterios operaron como
justificación de la exclusión, primero, y de la deslegitimación y
deshumanización del judío, después.
El
exterminio de los judíos como individuos y como comunidades ocupó un lugar
central y esencial en la
concepción nazi del mundo, a diferencia de otros grupos perseguidos,
como los gitanos, los comunistas y los homosexuales. Esta es la esencia de la singularidad del Holocausto.
De igual modo, no es posible comprender la participación
activa de los colaboracionistas o el silencio inexplicable de los observadores,
quienes formaron la gran mayoría de las poblaciones en los países donde ocurrió
el holocausto, sino al margen de los prejuicios y sentimientos antisemitas que han existido a
lo largo de los siglos en Europa.
Entre los temas más investigados del Holocausto están la
Resistencia de la Sociedad Judía y el Rescate. Hay que destacar que
nuevas fuentes de documentación siguen apareciendo aún hasta el día
de hoy. Por ejemplo, estas semanas el Instituto Yad Vashem publica nuevos
documentos sobre la vida cotidiana en algunos ghettos que se encontraban
en territorio soviético y que en 1942 fueron
exterminados por los nazis.
La contribución de la mujer judía en general a la
sobrevivencia de su familia y su comunidad parece ser primordial. Las mujeres
judías no solamente tuvieron que salir de la esfera privada de la casa a la
esfera pública de la comunidad, sino también tuvieron que luchar por su
vida y las vidas de sus familiares. Además, a pesar de los
grandes peligros existentes, las mujeres judías jugaron un rol importante
en los esfuerzos por conectar al ghetto con el mundo exterior, incluso
contrabandeando víveres y participando en los diferentes movimientos de resistencia.
El rescate durante el Holocausto, que es el tema elegido
por la O.N.U este año, fue la historia de una pequeña minoría de
personas. Las investigaciones sugieren que más mujeres que hombres
estuvieron involucradas en el rescate de los judíos, quizás por un mayor nivel
de empatía hacía el cruel destino de estos.
Cuando los judíos tocaban puertas para pedir ayuda, los
observadores tuvieron que decidir de modo inmediato si apoyar o no. En general,
la decisión estaba basada en un instintivo gesto humano que quizás después se
transformó en una decisión de tipo moral. En algunos casos quienes rescataron
ofrecieron mayor apoyo a medida que pasaba el tiempo: hubo casos que de brindar
protección inmediata por algunos días,
la ayuda se prolongó
por meses, años e incluso hasta
el término de la guerra.
El riesgo fue enorme y variaba según el país: en Europa del Este
los rescatadores arriesgaron no solamente sus propias vidas,
sino las de sus familiares. En Europa Occidental el castigo nazi fue un poco
menos severo, aunque algunos de los rescatadores fueron enviados a campos de
concentración donde murieron. Pero tanto
rescatadores como rescatados vivieron siempre con el temor de ser descubiertos,
y por ello todos tuvieron que mantener un modo de vida alterno a las normas
aceptadas de las sociedades donde
vivían. La mayoría de los rescatadores eran gente común y corriente, que igual
actuaban con determinadas políticas ideológicas o religiosas, o eran gente
simple conmovida por el cruel destino de los “otros”.
El apoyo podía ser tan sólo en abastecer algo de comida o
conducirlos con personas que podían ofrecer resguardo. Solamente unos cuantos
tomaron responsabilidad total de la sobrevivencia de los judíos y ellos son los
que han sido reconocidos por el Estado de Israel como los “Justos Entre las
Naciones”. El Pueblo judío a través del Instituto Yad Vashem, Centro Mundial para
la Investigación, Documentación y Enseñanza del Holocausto, se empeña en
realizar la labor de documentación
puntual de todos los casos
excepcionales. Hasta hoy en día, cerca de veinte mil personas,
cristianos y musulmanes de varias nacionalidades, recibieron la medalla y
el título de Justos entre las Naciones, aunque es muy
probable que este número sea mayor.
Una
categoría especial entre los “Justos” son aquellos muy pocos
diplomáticos que eligieron apoyar a los judíos solamente por el hecho de ser judíos. En
todos los casos reconocidos, dichos diplomáticos actuaron desafiando las políticas
de sus gobiernos y las órdenes de
sus superiores, conscientes del precio personal que tuvieron que pagar por sus
decisiones, que fueron en contra de políticas oficiales insensibles. Así es el
caso del consul japonés Sugihara y el representante holandés Jan Zwartendijk en
Kaunas, Lituania; el consul portugués Aristides de Souza Mendes en Bordeaux; el
Embajador Brasileño en Francia Luis de Souza Dantas; el consul chino Feng Shang
Ho en Viena y el recientemente reconocido como Justo, el consul de
Ecuador Manuel Antonio Muñoz Borrero.
En
2012 se conmemoró el centenario del nacimiento de Raoul Wallenberg, uno de
los más reconocidos entre los “Justos
entre las Naciones”. Siendo un diplomático en la Legación Sueca en Budapest
en el verano de 1944, durante el clímax del exterminio de los judíos húngaros,
Wallenberg actuó. Desafiando los obstáculos de los regímenes – nazi, como de la
Cruz de Hierro Húngara - y arriesgando
su vida, Wallenberg salvó a cien mil judíos, otorgándoles “pasaportes de
protección” suecos, escondites y víveres.
Las historias de quienes actuaron para el rescate de
judíos nos enseñan que aun en los límites que imponen las circunstancias
históricas, siempre existe la libertad de elección aunque se necesite de un
coraje extraordinario para lograrlo.
El 27 de enero es también la fecha establecida en México para conmemorar al Embajador
Gilberto Bosques.
Gilberto Bosques, un hombre valiente y con un coraje
extraordinario, también fue uno de los muy pocos diplomáticos que no
se mostraron indiferentes hacía el destino de los perseguidos por los
fascistas y por los nazis. Afortunadamente para las personas que logró
salvar, Bosques actuó bajo el consentimiento del gobierno mexicano
que decidió rescatar a refugiados políticos sin distinciones religiosas, entre
ellos a judíos. Los judíos que llegaron
a México gracias a las “Visas de Bosques" fueron aceptados en igual medida
que los demás.
De hecho, el gran drama para los judíos en los tiempos en
que la única opción de supervivencia era el abandono del continente europeo, era
que la política migratoria fue crecientemente restrictiva y como judíos no
fueron considerados exiliados políticos. Quienes gozaron de la opción de
salvataje, su suerte fue determinada por su militancia política y, claro está,
su condición judía no fue objeto de discriminación. El gran papel libertario de
México se vio entonces fundamentalmente ejemplificado en la apertura de puertas
al exilio español. Justificadamente, el gran historiador Luís Gonzales ha
calificado al Presidente Cárdenas como el Gran Presidente Hispanista.
De allí que las políticas mexicanas en comparación con
las de la mayoría de otros países, aunque no fue de una apertura hacia los
judíos, si permitieron en momentos dados el ingreso de pequeños grupos de
personas de origen judío.
La
memoria del Holocausto y su estudio sistemático y riguroso se hacen cada vez
más imperiosos en la medida en la que nos alejamos de los acontecimientos y la
memoria se construye como “narrativa”.
Aprender de la historia significa para cada cultura, pueblo o nación que
el gran desafío no es matizar u ocultar el pasado sino modificarlo con un
compromiso con el presente, con la acción solidaria, con la tolerancia, con la
sensibilidad hacia el Otro necesitado de apoyo.
De
ahí la importancia de la enseñanza de este acontecimiento histórico como un
evento singular que tiene significados universales y la necesidad de combatir sistemáticamente el
antisemitismo en todas sus manifestaciones, así como, ciertamente, todos los
tipos de racismo, discriminación, xenofobia, y todo genocidio dirigido
específicamente en contra de un determinado grupo (político, étnico u otro).
La
designación del 27 de enero como Día Internacional del Holocausto, es una
contribución de suma importancia de las Naciones Unidas a este esfuerzo.