publicado el 6/12/12
El discurso forma parte integral de cualquier tipo de negociación y de la presentación de todo problema. Aún en la era de la post modernidad, en la que se prefiere exponer paralelamente diferentes narrativas, se debe ser cuidadoso y responsable el uso de las palabras. El discurso es fuente de legitimación o de deslegitimación de un grupo humano, de una sociedad o de un Estado. La historia nos ha demostrado el peligro que el uso deliberado de formulas de instigación puede provocar, transformándose en acciones de odio.
Es por ello que me molestó leer algunos artículos publicados en la prensa mexicana referentes a la votación en las Naciones Unidas el pasado 29 de noviembre, que contenían expresiones tendenciosas acerca de Israel, en el contexto del conflicto israelí-palestino. Aunque estoy convencida de la posición de Israel ante este conflicto, acepto la diversidad en las opiniones hacia la política de mi gobierno y que éstas se vean reflejadas en la prensa internacional como en la israelí. Lo que no puedo aceptar es el uso de palabras como “masacre” o “limpieza étnica” describiendo las respuestas del ejército israelí como consecuencia de los ataques en contra de nuestra población durante años (por ejemplo en los casos de las operaciones “Plomo Fundido” y “Pilar Defensivo”). Tampoco puedo aceptar alusiones que cuestionan el derecho de Israel a existir como Estado Judío. Las metáforas o eufemismos irresponsables reproducen prejuicios y odio, no esclarecen ni informan.
La forma del discurso sí es importante. Me gustaría que en los medios mexicanos haya más voces equilibradas y bien informadas, capaces de manejar un debate de contenido veraz y fidedigno, sin el uso de palabras y expresiones denigrantes, aún si no están de acuerdo con la política de Israel.
Por su lado, la instigación en contra de Israel forma parte del discurso palestino, incluso en su liderazgo. Así, el presidente de la Autoridad Palestina en sus dos últimos discursos frente a las Naciones Unidas (en el mes de septiembre y ese mismo 29 de noviembre) usó severas expresiones en contra de Israel y sus soldados.
Desde el inicio de las negociaciones, primero con la OLP en 1992-1993, y luego con la Autoridad Palestina (formada en 1995), uno de los temas importantes ha sido la necesidad de crear una “cultura de paz”. En Israel estamos conscientes que la paz se firma con el ex-enemigo. Es por ello que hay que educar a las nuevas generaciones que “el enemigo” de hoy se puede convertir en el socio e interlocutor del diálogo y negociación del mañana.
Sin una atmosfera adecuada de confianza entre las partes, cualquier acuerdo firmado se queda solo en el papel. Crear una cultura de paz es imperativo en el Medio Oriente. Para crearla es imperativo dejar de instigar y transitar a un diálogo real.