publicado en el Periódico Excélsior el 16 de agosto del 2012
Con los cambios de ministros de Defensa Civil del Gobierno israelí que han tenido lugar estos días, el tema de la seguridad y la defensa de la población ha merecido atención adicional en la agenda pública de Israel. Siendo un país con una superficie de 22,000 km cuadrados, la seguridad del frente civil siempre ha jugado un rol clave en el pensamiento estratégico israelí, toda vez que forma parte integral de la fortaleza nacional.
Pero con el paso del tiempo, los retos han crecido y cambiado. En las últimas décadas los conflictos se han convertido en asimétricos y la amenaza de misiles y cohetes en centros de una gran densidad poblacional se ha hecho realidad. La Guerra del Golfo de 1991 con los ataques iraquíes de misiles, así como el lanzamiento de misiles y cohetes por parte de Hezbola durante la segunda guerra del Libano en el 2006 y los constantes ataques por parte de Hamás desde la Franja de Gaza, han expuesto al frente civil a ser parte del campo de batalla. A la luz de esta realidad, el desarrollo de una "defensa activa" eficaz y flexible, que cobra forma en diferentes capas de defensa antimisiles, sigue estando entre las prioridades del gobierno israelí.
Sin embargo, la gama de amenazas hacia la ciudadanía incluye también desastres naturales como, por ejemplo, sismos, incendios forestales o inundaciones, además de posibles casos de pandemias tales como la gripe aviar. En este tipo de sucesos, al igual que en los casos de los ataques de misiles, la parte de la "defensa pasiva", es decir, las medidas tomadas por las distintas autoridades y entidades e incluso la población misma, resulta crítica.
El Ministerio de Defensa Civil es un órgano creado hace algunos años, cuyo propósito es el de establecer las bases de la legislación y coordinar a los diferentes agentes encargados de prestar ayuda y servicio en situaciones de emergencia, a nivel nacional y regional. Entre ellos se encuentran por un lado la Cruz Roja Israelí (Maguen David Adom), los bomberos, los hospitales, la policía y autoridades locales, así como unidades especiales del ejército israelí, por el otro. La coordinación entre ellos debe estar reforzada por una rutina de emergencia, en la cual cada uno actúe siguiendo un operativo de instrucciones precisas, además de ejercicios en conjunto de acuerdo a los distintos escenarios que se pudiesen presentar.
La experiencia acumulada en el caso israelí muestra la importancia de una participación civil activa como parte de dichas preparaciones nacionales. Una de las herramientas más importantes para obtener la colaboración de la ciudadanía es proveer información adecuada, de fuentes confiables, además de instrucciones claras y sencillas a seguir. Esto, junto con la alerta a tiempo, ha demostrado la disminución de bajas en tiempos de crisis. Además, se ha logrado incrementar la autoconfianza de los ciudadanos enseñando ya desde la escuela primaria cómo enfrentarse ante situaciones de emergencia.
El trabajo de coordinar y establecer un lenguaje común entre todos los órganos involucrados en situaciones de emergencia ha subido algunos peldaños en los últimos años aunque mucho más debe hacerse. Los ciudadanos han probado ser una parte central de esta estructura diseñada para reaccionar y responder de la mejor manera posible ante situaciones de crisis.