publicado el 2 de agosto del 2012 en la Columna "Ideas Mediterráneas" del Periódico Excélsior
Uno de los retos y responsabilidades de una democracia liberal es, sin lugar a dudas, la defensa de sus minorías y la educación en contra de expresiones difamatorias y denigrantes. Esto implica no solamente una legislación robusta sino también un rol muy activo por parte de los instrumentos de la democracia como lo son la prensa, el poder judicial y la sociedad civil, para monitorear el espacio público y erradicar dicho tipo de expresiones.
En este sentido, el discurso de odio en contra de los judíos en las redes sociales mexicanas y a través de los Tweets, que ha aumentado durante las últimas semanas, añadiéndose a artículos tendenciosos en algunos medios de comunicación bien identificados, es un fenómeno preocupante. El espacio "virtual" se ha convertido en uno con creciente importancia, así que la legitimidad del lenguaje y del discurso que debe ser permitido deviene un asunto de gran relevancia. Aunque ya existe un marco legal en contra de la discriminación, la xenofobia y el antisemitismo, dicha herramienta está poco usada. Lo rescatable ha sido que algunas destacadas figuras dentro de la sociedad civil mexicana han condenando dicho discurso de odio y llamado la atención sobre los peligros de éste fenómeno. Pero no es suficiente; hay mucho más por hacer.
El antisemitismo ha sido siempre una señal de alerta, directa y fuertemente ligada con movimientos anti-democráticos y anti-liberales. Por desgracia, seguimos observando en un contexto global crecientes manifestaciones antisemitas, a través de movimientos y/o partidos nacionalistas, en Europa, América Latina y en varios países árabes, así como en el espacio "virtual" en muchas sociedades, utilizando retórica antisemita y cometiendo actos de profanación contra instituciones y sitios religiosos judíos, así como de agresión contra miembros de las comunidades en cuestión. En América Latina, la prensa oficial venezolana ha sido expresión destacada de declaraciones de este tipo. Por su parte, el caso iraní es el ejemplo máximo de antisemitismo estatal donde se utilizan, entre otros argumentos, la negación del Holocausto y teorías conspiratorias, así como la demonización del judío en caricaturas.
Obviamente, este no es, ni ha sido, el caso mexicano. Sin embargo, en coyunturas conflictivas, e incluso a la luz de los altibajos del conflicto en el Medio Oriente, la prensa ha conocido expresiones individuales de este prejuicio milenario. Por ello, la lucha constante en contra de manifestaciones discriminatorias, xenófobas y antisemitas es un deber que concierne a la sociedad en todos sus niveles.