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publicado en la
Columna Ideas Mediterráneas del Periódico Excélsior el 20/06/13
Hace ya algunos meses que el sindicato del
cuerpo diplomático israelí ha declarado un conflicto laboral respecto a la posición
de sus diplomáticos, reflejada, entre otros, en el continuo deterioro de las
condiciones de vida ofrecidas a sus familias durante su estancia en el
extranjero, así como en sus salarios durante las estancias en Israel. Los
diplomáticos israelíes no son únicos en su protesta, ya que también los
canadienses han protestado en los últimos meses en relación a sus condiciones laborales, incluso
en algunos mítines en los Estados Unidos, así como el paro de los
servicios consulares en sus representaciones.
La protesta, que empezó con unos pasos
simbólicos – como la decisión de cambiar el “código diplomático de vestimenta”
a “jeans y playeras”, ha aumentado con la decisión de no facilitar ninguna
visita ministerial (en Israel así como en el extranjero) y de parar los servicios consulares en nuestras embajadas y
consulados. Estas medidas se consideran necesarias para llamar la atención del gobierno
israelí a entablar un diálogo constructivo en la mesa de negociación. La
parte alentadora es que formadores de opinión, e incluso artistas reconocidos,
además de algunos diputados, manifiestan su solidaridad con nosotros y con
nuestras metas.
A pesar de su imagen glamorosa, la
diplomacia no es un interminable desfile de recepciones y tampoco está desconectada de los problemas
que preocupan a los ciudadanos. En el caso israelí, que en cierta medida comparte
algunas características con la situación mexicana, los diplomáticos tienen – por encima
de sus otras obligaciones - que derrotar la imagen bélica y peligrosa de su
país, enfatizando mejor todos sus fuertes. Es una labor de Sísifo que necesita
a diplomáticos muy dedicados y creativos, que comparten un mismo ánimo de misión.
Además de los desafíos profesionales, los
diplomáticos y sus familiares se encuentran a lo largo de sus carreras con
muchos desafíos personales. Los frecuentes traslados y mudanzas, la necesidad de toda la familia de adaptarse a nuevas culturas con distintos
códigos y formas de negociación, el dilema de los cónyuges – hacer concesiones
en su propia carrera o seguirla, pero pagar el precio de estar lejos de la
familia; todos estos son retos que yo personalmente, así como la gran mayoría
de mis colegas, conocemos de nuestra propia experiencia. Dicho estilo de vida no
es algo trivial. No todas las familias
pueden sobrevivir las tensiones que surgen de ello, especialmente en el mundo
tan exigente en donde vivimos.
Como consecuencia, los diplomáticos
israelíes quisiéramos ver un mejor entendimiento institucional por parte del
gobierno, que se manifestara en el reconocimiento de que la diplomacia es una carrera
exclusiva, que necesita una preparación adecuada y además involucra a la pareja
o, para ser exactos, a toda la familia. Dicho reconocimiento tiene que
manifestarse, entre otros, también en el salario. Solamente así se podrá
asegurar que esta profesión, con su trayectoria tan prestigiosa, siga siendo
atractiva para las jóvenes generaciones.