Las relaciones diplomáticas plenas y formales entre Israel y la Santa Sede fueron establecidas en 1993. Sin embargo, estas fueron precedidas por casi un siglo de contactos y actividad diplomática, por no hablar de casi dos milenios de encuentros entre católicos y judíos, que a veces estaban lejos de ser armoniosos.
1. La era pre-Estado
En 1897, cuando la idea sionista empezaba a ganar adeptos en Europa, y cuatro meses antes de que el Primer Congreso Sionista se celebrara en Basilea, la muy seria revista jesuita La Civiltà Cattolica, hizo saber que un estado judío en Tierra Santa con Jerusalén como su capital y con la custodia de los Santos Lugares era impensable para la Iglesia Católica.
Siete años más tarde, en 1904, el fundador del movimiento sionista,
Teodoro Herzl, se reunió con el Papa Pío X, con la esperanza de ganar el apoyo de la Santa Sede para la empresa sionista. Pío lo rechazó, declarando que la Iglesia no podía reconocer al pueblo judío y a sus aspiraciones en Palestina, ya que los judiÍos "no han reconocido a nuestro Señor". Herzl estaba impulsado por consideraciones políticas; la respuesta del Papa surgía de la teología católica.
Contactos sionistas con la jerarquía eclesiástica y los pronunciamientos del Vaticano con respecto a las ambiciones sionistas fueron esporádicos durante las siguientes cuatro décadas, que abarcaron dos guerras mundiales. Sin embargo, fueron suficientes para confirmar elementos básicos y coherentes en la posición del Vaticano prefigurada, por así decirlo, por Civiltà Cattolica y Pío X. La Santa Sede se oponía a una patria judía en Palestina, especialmente en como estaba concebida en la
Declaración de Balfour británica del 2 de noviembre de 1917. Los Santos Lugares eran un interés vital y la custodia judía de estos no era aceptable. Su disposición y salvaguarda eran cuestiones a ser determinadas entre la Iglesia y las grandes potencias. Había problemas teológicos rodeando una posible soberanía judía en la Tierra Santa.
La
Resolución 181 de la Asamblea General de la ONU del 29 de noviembre de 1947 (la "Resolución de Partición"), que concebía un estado de "corpus separatum" para Jerusalén y sus alrededores, fue vista con buenos ojos por el Vaticano. Sin embargo, dicha resolución fue rechazada de inmediato por los estados árabes y, a raíz de las hostilidades de 1948, el "corpus separatum" (entidad separada) para Jerusalén no llegó a ocurrir.
En octubre de ese año, el Papa Pío XII, profundamente perturbado por el violento conflicto en Tierra Santa, publicó una encíclica, In Multiplicibus Curis, en la que hizo un llamamiento a los pacificadores para dar a Jerusalén y sus alrededores "un carácter internacional" y para asegurar - "con garantías internacionales" - la libertad de acceso y de culto a los Santos Lugares esparcidos por toda Palestina. En una segunda encíclica, Redemptoris Nostra de abril de 1949, Pío hizo un llamamiento por la justicia para los refugiados palestinos, y reiteró su llamado por un "estatus internacional", como la mejor forma de protección de los Santos Lugares. La posición oficial del Vaticano sobre el tema, así como sobre la cuestión de los refugiados, había sido esencialmente establecida para las siguientes dos décadas.
2. La era post-Estado - reconocimiento de facto
En 1948, el naciente Estado de Israel estaba ansioso por obtener el reconocimiento de su soberanía y de sus ganancias territoriales por la Santa Sede, a la luz de la posición moral internacional del Vaticano y la influencia que tenía, en mayor o menor medida, en los gobiernos de ciertos países católicos y en más de la mitad de los cristianos del mundo. A tal fin, en septiembre se enviaron representantes al Vaticano. Si bien la delegación no pudo alcanzar su objetivo principal, se alcanzaron varios acuerdos para hacer frente a problemas de interés común, parcialmente en el plano bilateral y parcialmente a través del Nuncio Apostólico en Tierra Santa y el Vicario Patriarcal para la Galilea. Implícito en este entendimiento estaba el reconocimiento de facto del Estado de Israel por parte del Vaticano - un hecho al que la Santa Sede se refiere con frecuencia en negociaciones posteriores con Israel.
El Vaticano continuó luchando por la internacionalización de Jerusalén y los Santos Lugares. En 1950, orquestó un intento infructuoso de las Naciones Unidas para hacerla realidad. A partir de entonces, el Vaticano no renovó su iniciativa ante la ONU, pero, igualmente, no se dio por vencido en sus aspiraciones para Jerusalén y los Santos Lugares.
En paralelo, los contactos entre Israel y el Vaticano progresaban en varios niveles. Es de destacar que en los primeros años, el Ministro Moshe Sharrett reunió con Pío XII en 1952 y la Orquesta Filarmónica de Israel tocó para éste en 1955. El objetivo declarado de Israel seguía siendo el tener relaciones diplomáticas plenas con la Santa Sede. Sucesivos intentos en los años siguientes por diplomáticos israelíes fueron en vano. La peregrinación del Papa Pablo VI a Tierra Santa en enero de 1964 se llevó a cabo de una manera que hizo patente y dolorosamente claro que la Santa Sede no reconocía a Israel de jure.
Papa Juan Pablo VI durante su visita a Israel en 1964
En 1965, el Concilio Vaticano II promulgó una declaración conocida como
Nostra Aetate, que cambió fundamentalmente la relación de la Iglesia con los judíos - afirmando, entre otras cosas, que "Dios ama a los judíos por el bien de sus padres, porque Dios no se arrepiente de los dones que Él hace [a ellos]". Más aún, la pasión de Jesús (la muerte y la crucifixión) "no se puede cargar contra todos los judíos, sin distinción, entonces vivos, ni contra los judíos de hoy."
Si bien ciertas objeciones teológicas en el camino del reconocimiento de jure de Israel habían sido atenuadas, los principales escollos políticos permanecieron. Más allá de la cuestión de la soberanía de Israel sobre todo su territorio, incluyeno partes de Jerusalén, su falta de fronteras reconocidas, y la cuestión de los Santos Lugares y su protección, el Vaticano mantuvo su preocupación por las necesidades de los católicos locales, así como por la difícil situación de los refugiados palestinos. Además, estaba preocupado por una reacción violenta contra las minorías cristianas en los países árabes y de hecho contra el Vaticano mismo, si éste reconociera a Israel de jure. En cuanto a Israel, surgieron dudas en algunos sectores acerca de las relaciones plenas con el Vaticano, ya que las ramificaciones se hicieron evidentes.
La Guerra de los Seis Días de 1967 cambió la situación geopolítica en la región. Israel estaba en firme posesión de la totalidad de la Tierra Santa al oeste del río Jordán, incluyendo todos los Santos Lugares cristianos en ésta. Esto llevó al Vaticano a modificar su posición de una manera pragmática. En un discurso a los cardenales en diciembre de 1967, Pablo VI pidió un "estatuto especial internacionalmente garantizado" para Jerusalén y los Santos Lugares (en lugar de la internacionalización). Esta sigue siendo la posición oficial del Vaticano sobre el tema hasta hoy.
Al mismo tiempo, continuaron los contactos de alto nivel entre las partes. Entre otros, Pablo VI recibió al ministro de Relaciones Exteriores Abba Eban en 1969, a la primera ministro Golda Meir en 1973 y al ministro de Relaciones Exteriores Moshe Dayan en 1978. El primer ministro Yitzhak Shamir fue recibido por el Papa Juan Pablo II en 1982. La cuestión de las relaciones diplomáticas plenas fue abordada en estos y en otros contactos, pero el Vaticano se mantuvo reticente y, aunque Israel hizo la carrera, no fue demasiado apremiante.
Los primeros signos de un posible cambio en la atmósfera se produjeron después de la ascensión en 1978 del Papa Juan Pablo II, quien en el fondo era muy diferente a sus predecesores italianos. En su juventud había tenido muchos amigos judíos en su ciudad natal de Wadowice; había sido testigo del Holocausto (él mismo fue obligado a hacer trabajos forzados bajo la ocupación nazi de Polonia); y simpatizaba con los anhelos nacionales de los polacos y de otros pueblos. En 1984, invocó la seguridad y tranquilidad para el pueblo judío viviendo en el Estado de Israel " como una prerrogativa de toda nación". Dirigiéndose a los líderes judíos en Miami en septiembre de 1987, reconoció el derecho del pueblo judío a una patria "al igual que cualquier nación civilizada, de acuerdo con el derecho internacional (que es lo que buscamos), para el pueblo judío que vive en el Estado de Israel .... "
Mientras que otros en el Vaticano señalaron que los obstáculos teológicos y ahora políticos a las relaciones diplomáticas plenas con Israel habían desaparecido en gran parte, debieron pasar otros cinco años antes de que Juan Pablo pasara a traducir sus sentimientos en una realidad diplomática. Después de la primera Guerra del Golfo en 1991, se reactivó el proceso de paz árabe-israelí. La OLP reconoció a Israel y varios Estados árabes establecieron relaciones diplomáticas con el Estado. Paralelamente, la Unión Soviética y un número importante de Estados renovaron sus relaciones con Israel (rotas después de la Guerra de los Seis Días). Además, algunos países líderes, como China e India, entraron por primera vez en relaciones diplomáticas plenas con Israel, con el fin de tomar parte en las conversaciones de paz multilaterales.
Dado que el reconocimiento árabe y palestino de Israel no había causado un levantamiento en Oriente Medio y tal vez sintiendo que la Santa Sede podría estar en una situación singular al no ser capaz de tratar con Israel formalmente cuando los asuntos de interés vital para éste finalmente fueran discutidos en negociaciones de paz, Juan Pablo aprobó ciertos "sondeos" diplomáticos hacia Israel y luego tomó la iniciativa él mismo. A principios de abril de 1992, el Embajador de Israel en Italia Avi Pazner y su esposa fueron invitados a una audiencia privada con el Papa. A petición de este último, el Embajador ofreció un estudio de la situación en el Oriente Medio, en el curso del cual hizo alusión a la negativa de algunos Estados árabes a aceptar a Israel, a pesar del reconocimiento palestino y el proceso de paz en curso. La referencia indirecta al parecer fue entendda y puede haber inclinado la balanza, ya que diez días más tarde el "canciller" del Vaticano, el arzobispo Jean-Louis Tauran, informó al embajador Pazner que Juan Pablo había ordenado a la Curia entablar negociaciones con vistas a la posibilidad de relaciones diplomáticas plenas con Israel. Después de reunirse con el Papa en octubre, el Ministro de Relaciones Exteriores de Israel, Shimon Peres (actual presidente de Israel) observó que, incluso a la luz del reciente reconocimiento de Israel por tantas otras naciones, "añadir el Vaticano a todas ellas realmente va cambiar las cosas ".
3. 1993 en adelante - el reconocimiento de jure
Un año y medio de complicadas negociaciones culminaron con la firma del Acuerdo Fundamental entre la Santa Sede y el Estado de Israel el 30 de diciembre de 1993. Entonces, de acuerdo con el Protocolo Adicional al Acuerdo Fundamental, embajadores plenamente acreditados fueron intercambiados en mayo de 1994. Más en la naturaleza de un acuerdo marco, el Acuerdo Fundamental abrió el camino para el establecimiento de subcomisiones jurídicas y fiscales para hacer frente a una serie de cuestiones de fondo que se dejaron pendientes a propósito. Añadiendo una dimensión inusual, el Acuerdo reconoce la naturaleza única de la relación entre la Iglesia y el pueblo judío, y reiteró la condena de la Iglesia al antisemitismo en todas sus formas, según se expresa en
Nostra Aetate.
Desde ese momento, Israel y la Santa Sede han mantenido una estrecha relación diplomática - que no ha dejado de tener sus periodos de tensión e incluso de crisis. Las deliberaciones de la subcomisión jurídica concluyeron de forma relativamente rápida con un
acuerdo complementario firmado el 10 de diciembre de 1997, en el que Israel reconoció la personalidad jurídica y la autoridad de la ley canónica de la Iglesia Católica y sus instituciones, así como los del Patriarcado Latino de Jerusalén y los Patriarcados Católicos Orientales y sus respectivas diócesis en el territorio de Israel, mientras que por su parte estas entidades eclesiásticas reconocieron que prevalece la ley israelí en asuntos civiles y penales. Por otro lado, el trabajo de la subcomisión fiscal está aún sin terminar, debido a serias dificultades en crear puentes entre las posiciones de principio de las dos partes y, desde el punto de vista de Israel, debido a las posibles consecuencias fiscales y materiales de cualquier privilegio especial que se pudiera conceder a la Iglesia Católica, para otros grupos cristianos y no cristianos en el país.
El Papa Juan Pablo II coloca una carta en el Muro de Los Lamentos
durante su visita en Marzo del 2000
Grandes esperanzas en Israel de una relación político-diplomática más cercana con el Vaticano a raíz de esa visita se desvanecieron con el estallido de la segunda "intifada" en septiembre de 2000. Crítico de la respuesta militar de Israel a la sublevación palestina y de la inevitable interrupción en el proceso de paz, el Vaticano puso su relación diplomática con Israel en una fría espera. Consciente, sin embargo, de no causar un hiato completo, el Vaticano puso mayor énfasis en la dimensión judío-católica de la relación. Se alentó una serie de iniciativas, incluyendo el inicio de un diálogo notable entre la Santa Sede y el Gran Rabinato de Israel en 2003, el que todavía continúa hoy en día de manera productiva.
Tensiones de un tipo diferente cayeron sobre la relación en 1998, cuando los musulmanes de Nazaret intentaron construir una gran mezquita al lado de la Iglesia de la Anunciación con, se pensaba, el acuerdo tácito de elementos políticos en Israel. Este problema, involucrando directamente a un Lugar Santo católica, sólo se resolvió en enero de 2002, cuando un comité gubernamental presentó un plan de paisajismo efectivamente poniendo fin a la construcción de la mezquita. Por el contrario, las relaciones diplomáticas han demostrado su fuerza y valor cuando el Vaticano e Israel trabajaron estrecha y discretamente para ayudar a encontrar una solución a la difícil situación creada en abril de 2002, cuando palestinos armados tomaron el control de otro Lugar Santo, la Iglesia de la Natividad en Belén, y atraparon dentro a varios clérigos (católicos, armenios y griegos ortodoxos), así como a civiles palestinos desarmados.
En su mayor parte, la relación continúa en un nivel estable. Visitas ministeriales a la Santa Sede son frecuentes y demasiado numerosas para contarlas. El primer presidente de Israel en ser recibido por el Papa fue el presidente Moshe Katsav en diciembre de 2002. En forma cotidiana, la Embajada de Israel ante la Santa Sede busca mantener al Vaticano informado de las políticas oficiales sobre temas de actualidad, mientras que la Embajada del Vaticano en Jaffa cuida de sus múltiples propiedades y otros intereses en Israel. Ambas partes buscan vías para ampliar la cooperación y el entendimiento cultural, educativo, académico e interreligioso. Y cuestiones mundanas, tales como problemas de visado y la entrada en Israel de clérigos católicos desde países árabes que no están en paz con Israel, se tratan de forma rutinaria.
Papa Benedicto coloca una carta en el Muro de los Lamentos
durante su visita a Israel en el 2009
Israel y el Vaticano conceden especial importancia a esta relación diplomática. En muchos sentidos, es una relación única, impregnada de siglos de encuentros entre católicos y judíos, y abarcando intereses que ambas partes consideran de suma importancia. Por tanto, se puede esperar que la relación se mantenga sólida y vibrante, y que supere la ocasional tensión que inevitablemente se repite.