Lo preocupante no es solo el hecho que, Irán, acumula una creciente cantidad de uranio enriquecido o sofistica sus misiles sino las amenazas sobre la aniquilación de Israel, expresadas por sus líderes.
La existencia de Israel “representa una ofensa para toda la humanidad”, dice el presidente iraní, Mahmoud Ahmadinejad. “Todo aquel que ame la libertad y la justicia debe aspirar a la aniquilación del régimen sionista”.
Por su parte, el líder supremo del país, el Ayatollah Ali Khaminei, declara “Israel es un tumor cancerígeno real en la región al que debemos extirpar”.
Todos quieren abstenerse de la acción militar. Y, los israelíes, más que todos ya que pueden prever un ataque masivo en su contra: 50 mil misiles lanzados desde Líbano, disparos de la Jihad Islámica desde Gaza y ataques terroristas contra objetivos judíos e israelíes a lo largo del mundo, tal como ocurriera el mes pasado en Bulgaria.
Al mismo tiempo, Israel no permanecerá sentado con los brazos cruzados ante las amenazas más violentas de genocidio, desde la Alemania Nazi. El resultado entonces, fueron seis millones de judíos asesinados. En la actualidad, seis millones viven en Israel.
El tiempo es corto. Contactos de último momento en Estambul, Bagdad y Moscú terminaron de modo escabroso. Los iraníes se burlan del proceso. Su estrategia consta de empujar el tiempo hasta alcanzar la bomba.
¿Qué hacer? La propuesta más considerable es la del Profesor Anthony Cordesman, analista militar del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales en Washington. Cordesman es un crítico feroz de la actitud del gobierno de Bush en la Guerra de Irak, escéptico con respecto a la “Guerra contra el terror”, desmiente la importancia estratégica de Afganistán y cree que las “múltiples acciones y el poder aliviado deben constituir la norma según la cual actuar y no la excepción”. Es probable que haya encontrado el caso excepcional “hay tiempos en los que el mejor camino para evitar la guerra es transmitir un mensaje claro de que la guerra es posible”, sostiene.
En la actualidad, la amenaza del ataque norteamericano contra Irán no es tomado con seriedad, -ni por la región, ni por Irán, ni por los israelíes, que como consecuencia de ello sienten que deberán actuar antes que las armas limitadas de Israel- armas mucho menos fuertes y eficaces de las que existen en los depósitos norteamericanos –ya no puedan penetrar a las plantas nucleares que crecen por su capacidad defensiva en Irán.
Por eso, Curdesman propone una acción de tres etapas:
1. Claras líneas rojas por parte de Estados Unidos. Llegó el momento de frenar la falta de claridad existente con respecto a las intenciones norteamericanas que impusieron límites claros para la negociación a fin de convencer a Irán que la única alternativa de acuerdo son los ataques planificados y persuadir a Israel de no actuar.
2. Aclarar a Irán que no tiene opciones de éxito: o debe abandonar su plan con un acuerdo de condiciones generosas por parte de Occidente o sus plantas serán eliminadas. Debemos manifestar, ante Irán, el alcance y poder de nuestra capacidad –la profundidad y magnitud del ataque que podemos perpetrar, más allá de las plantas nucleares –ataque contra los objetivos militares e industriales, lugares de conexión, terminales de fuerza y otras concentraciones de poder del régimen iraní.
3. Permitir a Irán bajar del árbol en forma honrosa: proponerle las condiciones más generosas en el límite de lo posible –desde el punto de vista económico, diplomático y político. El fin de las sanciones, ayuda en el desarrollo económico y energético, incentivos al comercio y seguridad regional en la red de informática e, incluso, combustible nuclear de Rusia.
Sorprendentemente, Cordesman no se suma a los que proponen imponerse al enriquecimiento de uranio. Es importante dado que la propuesta de acuerdo, filtrada no hace mucho, incluía el derecho de Irán al enriquecimiento aunque no a altos niveles.
A mi juicio, ese procedimiento será destructivo. Irán conservará la capacidad potencial de producir material explosivo y podrá usarlo reservadamente o repentinamente en el momento en que así lo desee.
¿Acaso Irán creerá el ultimátum, en la versión de Cordesman? Considerando el pasado del gobierno de Obama, quizás, no. Hubo quien propuso (Cordesman no es parte de ello) que el próximo paso debe ser el pedido de permiso al Congreso de ejercer la fuerza si Irán no acepta llevar a cabo una negociación para la interrupción de la carrera nuclear.
En primer lugar, ese es el camino correcto de hacerlo. Está prohibido llevar a cabo cualquier acción militar seria sin la aprobación del Congreso (a diferencia de Libia).
En segundo lugar, Irán podría reaccionar a una amenaza respaldada por una mayoría fuerte de los dos partidos norteamericanos y abstenerse de la guerra y del segundo escenario: Irán nuclear.
Si seguimos siendo empujados a debates que son, al fin de cuentas, un mirar para otro lado, algo será claro: América, Europa, los Países del Golfo y los israelíes, se verán obligados a vivir por siempre bajo la amenaza de un chantaje nuclear (e, incluso, una guerra nuclear) por parte de un régimen al que el Departamento de Estado norteamericano define como “mayor exportador de terrorismo en el mundo”.
O Israel, bajo amenaza y con capacidad más limitada, atacará Irán con mayores posibilidades de fracaso y la posibilidad de arrastrar a la región entera a una guerra.
Todas las opciones son malas. No hacer nada es, todavía, peor. “Es probable que el statu-quo no impida un cierto tipo de “guerra”, sintetiza Cordesman, “e, incluso, lo vuelva más posible”.
Fuente: Jerusalem Center for Public Affairs