Por MICHAL MAAYAN.
Embajadora (e) de Israel en Colombia
El 29 de Enero 2015, se publicó en “El Colombiano” el artículo del Señor Jose Carlos García, titulado “Somos Semitas: Árabes, Judíos, y, Algunos, Cristianos”. Ese artículo no debió salir publicado por sus claras líneas antisemitas llenas de odio y prejuicio, pero también por sus verdades a medias, errores históricos e inexactitudes - todas muestras de ideas y de una falta de profesionalismo que no refleja la calidad de este diario.
Los argumentos de señor García son odiosos, ofensivos, y francamente (e irónicamente) antisemitas, Por esa razón pedí a “El Colombiano” que me den la posibilidad de contestar al señor García como representante de la Embajada de Israel en Colombia, pero también como judía.
Al principio del artículo aparecen estas líneas:
“Reconozcamos... aportaciones de tradiciones y culturas judías que han contribuido al progreso y a la civilización. Son imprescindibles para desenmascarar un pretendido antisemitismo que sirve a algunos sectarios que han llegado a apropiarse del concepto de “semita”.
...Los árabes, los nabateos y otros pueblos son tan semitas como los israelitas, hebreos o judíos. Nosotros, muchos occidentales europeos y americanos, también tenemos un componente semita sin el cual perderíamos nuestras señas de identidad.”
En su forma simplificada, el argumento es: no existe el antisemitismo, porque todos somos semitas.
Primero, los nabateos no existen desde hace centenarios. Los europeos y americanos no son semitas, así de simple, y así de claro. Decir que todos tienen raíces semitas, es simplemente falso.
Segundo, hablemos de ese “pretendido” antisemitismo. Hablemos de las víctimas del atentado en el Hyper-Casher en Francia, de estos seres humanos asesinados solo por ser judíos, y no por ninguna otra razón.
O hablemos de mi esposo, quien vivió unos años en España (curiosamente, país del señor García) en su juventud. Todavía recuerda la guía turística en la Catedral de Toledo explicando a una decena de turistas viendo el mural del Santo Niño de La Guardia (una famosa calumnia de la sangre) que era una historia real, que el Nino Santo fue asesinado por judíos que necesitaban su sangre para un ritual religioso. “El mayor truco del diablo fue convencer al mundo de que no existía”, dice el dicho. Esa estrategia es exactamente la que usa el señor García en su intento de empequeñecer el monstruo del antisemitismo – solo él sabrá porqué.
La segunda parte de este argumento es el intento de manipular la etimología del término “Antisemitismo” para proponer que el fenómeno no existe. Como diciendo - claro que si la palabra “semita” incluye más pueblos que no son judíos, entonces los judíos no pueden apropiarse del “Anti-semitismo”.
Aquí se revela la ignorancia (por no decir malicia) del señor García. El término “Antisemitismo” fue usado por primera vez en 1879 por el activista político Alemán Wilhelm Marr, remplazando el termino tradicional Judenhass (“odio hacia judíos”) para darle a su teoría racial un sonido más “científico”. Desde el primer día de su existencia, la palabra antisemitismo señala el odio y prejuicio hacia los judíos, y solo hacia los judíos.
Para cerrar el caso de forma más hermética, les presento la “definición” adoptada por la Unión Europea para el término “Antisemitismo”:
“Antisemitismo es una determinada percepción sobre los judíos que puede expresarse como odio hacia los judíos”.
El señor García sigue:
“No hablamos de los israelíes, que son los ciudadanos del Estado de Israel, desde 1945, cuando se creó ese Estado bajo los auspicios de la ONU”.
Sí, señor García, mejor no hablamos de ellos, porque El Estado de Israel fue creado en 1948 y no en 1945. Y aunque fue reconocido por la ONU en 1948, la lucha por la independencia de un Estado Judío en Eretz Israel empezó casi 100 años antes.
“...Antes no había “israelíes”, y desde entonces, entre los ciudadanos del nuevo Estado muchos eran judíos, otros musulmanes y otros cristianos.” Así era, y así es. Los musulmanes constituyen el 16% de la población y cristianos el 2%. Gozan de todos los derechos democráticos como cualquier ciudadano Israelí.
“Por el mundo existen muchas personas que poseen los dos pasaportes, el de su Estado de origen y residencia y el del Estado de Israel. Es una pretensión disfrutar de las ventajas del país de origen y de una supranacionalidad que les podría permitir actuar financieramente desde la mítica capital Jerusalén, convertida en capital de un paraíso fiscal connumerus clausus y, a la vez, formar parte del poderoso lobby judío.”
Dónde empezar? Quizás por la política del Gobierno español, quien últimamente reconoció el derecho de algunos de los descendientes de las victimas del Edicto de Granada (hasta 800.000 judíos expulsados de España por su religión - otras víctimas de su “pretendido” antisemitismo) a la nacionalidad española. Lo que ocurre, señor García, es que los antisemitas pueden asesinar y expulsar judíos, pero no pueden cambiar sus identidades, ni sus raíces. Así, millones de judíos en el mundo forman parte del Judaísmo “Sefaradí”, que en hebreo significa “Español”. No es una pretensión, señor García, sino un hecho: muchos judíos pertenecen a dos mundos, a veces incluso más. No es una casualidad que uno de los ejemplos en la lista de actos antisemitas incluidos en la misma “definición de trabajo” del antisemitismo adoptada por la Unión Europea es: “Acusar a ciudadanos judíos de ser más leales a Israel, o a supuestas prioridades judías mundiales, que a los intereses de sus propios países”.
La acusación del paraíso fiscal no es más que una acusación ignorante. Israel tiene un sistema de impuestos riguroso - hasta el 50% de sus ingresos-. Muchos de los ciudadanos más afluentes de Israel dejaron el país rumbo a paraísos fiscales (reales) precisamente para no tener que pagar una tasa de impuestos tan alta.
En lo que corresponde al lobby judío, le remito al ejemplo anteriormente mencionado de actos antisemitas de la Unión Europea. Proponer que tener ciudadanía Israelí es ser parte del “poderoso” lobby judío, es, a falta de una mejor explicación, antisemitismo.
Espero que estas aclaraciones hayan contribuido para que los lectores del diario “El Colombiano” sepan que las gravísimas acusaciones del señor García no son más que el habitual discurso de odio al cual nosotros, los judíos, pero también el resto del mundo, ya estamos tristemente acostumbrados.
En la misma semana de la publicación de ese artículo, la asamblea general de la ONU se reunió para una sesión especial sobre el antisemitismo. Quizás para el señor García el antisemitismo no existe. Desafortunadamente, para nosotros los judíos, y para la mayoría de los estados del mundo occidental el antisemitismo es muy real y es un fenómeno que hay que afrontar en vez de negar su existencia.