Sin embargo, la mayoría de los atacantes en la reciente ola de terrorismo en Jerusalén, Tel Aviv y otras ciudades israelíes fueron jóvenes palestinos de entre 16 y 25 años de edad. Sí, es chocante que un niño de 13 años pudiera realizar un ataque terrorista, pero lamentablemente no es sorprendente para aquellos familiarizados con el grado de incitación a la violencia a la que estos niños están expuestos.
El joven israelí no fue casi asesinado en una pelea escolar que se salió de control, o un intento de robo de su teléfono celular, zapatillas o cualquier otro bien material que los jóvenes codician. Fue un evento inspirado por ideologías, alimentado por el odio y el apoyo de un entorno que valora la violencia por sobre la coexistencia.
Cuando son palestinos quienes están involucrados en terrorismo, muchos tratan de comprender la motivación de los ataques basándose en sus propios códigos morales, experiencias o forma de pensar. Por lo tanto, asumen que la actual ola de terrorismo deriva del estancamiento del proceso de paz, la frustración por las condiciones económicas, o inclusive la ira por los asentamientos o la situación en la mezquita de Al-Aqsa.
Estas conjeturas ignoran la causa genuina de los ataques terroristas actuales: una sociedad palestina que nutre deliberadamente una cultura de odio y adoctrina a sus jóvenes en la deshumanización de los judíos.
Desde temprana edad, los niños palestinos son sometidos a propagandas que promueven el odio e incitan a la violencia. Los más pequeños miran programas de televisión con personajes al estilo de Disney que los animan a matar a todos los judíos y convertirse en mártires. Los niños del jardín de infantes se “gradúan” con uniformes militares, portando armas de juguete.
Niños en Cisjordania estudian de acuerdo a un currículo oficial de la Autoridad Palestina (AP) que legitima la violencia indiscriminada en contra de los israelíes. En Gaza, asisten a campamentos de verano y programas escolares donde les enseñan cómo utilizar armas, atacar soldados de las FDI y matar judíos.
Los adolescentes escuchan a los líderes de la Autoridad Palestina alabar la yihad y el martirio. Ven programas de televisión que dan distinción honorífica a terroristas condenados y siguen cuentas en redes sociales (de la AP y Fatah) que contienen videos, gráficos y textos que glorifican la violencia contra los judíos.
Niños palestinos están siendo criados en una cultura generalizada de odio y alimentados con una dieta constante de mentiras. Ellos están siendo entrenados para creer que el compromiso es la entrega, la violencia es el mejor camino y el martirio es el más alto honor.
Los niños, por su naturaleza, son especialmente vulnerables a la manipulación, y constituyen una presa fácil para el lavado de cerebro. De este modo, los animan a seguir los pasos de los terroristas célebres y a participar en la violencia. En una reciente entrevista del 16 de setiembre en la televisión oficial, el líder palestino Mahmoud Abbas incitó a su pueblo a la violencia, afirmando que “cada gota de sangre derramada en Jerusalén es bienvenida. Esta es sangre pura, sangre limpia, sangre en el camino hacia Alá. Con ayuda de Alá, cada shaheed (mártir) estará en el cielo, y cada herido recibirá su recompensa”.
El terrorismo necesita un fuerte marco ideológico para florecer. Los niños palestinos merecen aprender a aspirar a un futuro mejor. Su destino no debe ser cautivo de una cultura de odio. Para que la violencia llegue a su final, para que la paz sea una realidad, y para que un Estado Palestino sea establecido, su liderazgo debe educar hacia la paz, en lugar de promover el derramamiento de sangre.